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La insurrección

La insurrección

En una escena de una película de Ciencia Ficción (Star Trek: Insurrection, 1998) un habitante de un pueblo extraterrestre, que había alcanzado el máximo conocimiento tecnológico, afirma «que cuando creas una máquina para hacer el trabajo de un hombre te quita algo ¡del Hombre!”.
Detrás de esta consideración, que puede parecer extremadamente romántica y nostálgica, se esconde más bien una profunda verdad social: el hombre es tal (en su plena realización) en la medida del aprendizaje, y del consiguiente conocimiento y conciencia, que se deriva del contacto con las cosas de la vida. el asunto que le rodea.
La materia de la que están hechas las cosas está, en sí misma, imbuida de reglas y principios (pensemos en la mecánica cuántica que es la base de su existencia) y como escribí en el libro: De la materia al Padre, 2003, «en sí misma es fuente de educación y enseñanza, mediante la observación de los mismos principios que la sustentan”.
En pocas palabras, el contacto entre el Hombre y la materia es la primera fuente del Conocimiento del Hombre y, por tanto, la primera fuente del Conocimiento humano, sin el cual la determinación de la Conciencia también es imposible.
No hay conocimiento humano sin contacto, observación y manipulación de la materia. Las afirmaciones y afirmaciones de que la globalización, Internet y otras especificidades de la «modernidad» han aumentado el conocimiento de la humanidad son paradigmas de una pobreza intelectual sin precedentes.
Nadie aquí quiere afirmar que la globalización e internet (por nombrar algunos) sean un motivo de involución de la sociedad, son simplemente nuevos vehículos de interconexión social pero, en sí mismos, son sólo contenedores y no contenidos.
Volviendo, pues, a la afirmación de lo extraterrestre en Star Trek, está claro que la interposición de «sistemas tecnológicos» entre la Materia y el Hombre, si por un lado puede conducir a una «riqueza monetaria aparente», por otro empobrece el Conocimiento del Hombre que , a la larga, conduce al empobrecimiento del Yo y de la Materia que lo rodea.
Este análisis, que podría parecer simplista y tiende a una restauración imposible de lo antiguo, contiene en cambio una verdad elemental: toda máquina, construida para aumentar el rendimiento del trabajo humano, en realidad empobrece el conocimiento y, con su aceleración, socava el capacidad regenerativa de nuestro Planeta.
Esta aceleración conduce a una reacción en cadena en la que se reducen los recursos, aumentan los sistemas financieros derivados, disminuye el conocimiento individual, etc. provocar una degradación de la estructura social y medioambiental.
Esta evolución de las dinámicas socioambientales recibe históricamente el mayor impulso con la Revolución Industrial, hija de una rama del pensamiento ilustrado reduccionista y de escaso valor antropológico.
Los efectos de esta evolución de la historia son evidentes hoy y ante los ojos de todos nosotros: el empobrecimiento de los conocimientos de nuestros jóvenes, la desaparición de algunas profesiones (especialmente las manuales), la deriva de las actividades artesanales y de las artes en general. (cada vez más marginados por las finanzas ciegas y arrogantes), representan sólo la punta del iceberg de una nueva Edad Media en la que la verdadera y gran Pobreza, progenitora de todas las demás pobrezas, es la del Conocimiento Humano.
En apenas unas décadas hemos perdido ese conocimiento que, muchas veces transmitido de padres a hijos, era esa herencia acumulada a lo largo de siglos de historia de la que surgían todas las riquezas: primero las espirituales y luego las materiales.
Hoy no queremos volver a caminar con mulas ni a calentarnos con braseros, ese no es el objetivo y significado de este pensamiento; No queremos volver a la edad de piedra, porque cualquier conocimiento adquirido no debe perderse (es parte de ese patrimonio histórico) pero hay que romper esa lógica que se ha visto en las cadenas de montaje, en esa industrialización útil sólo a un obtuso. y el capitalismo egoísta, en toda alienación humana del trabajo (considerado sólo como una fuente de negocios, para usar un término querido por los anglosajones), el único arquetipo de una sociedad gravemente enferma donde todos recitamos un guión que no puede llevarnos a cualquier final feliz.
Es necesaria una insurrección contra esta lógica cultural y política que ve las finanzas y su uso como promotores del bienestar; contra Políticos y Multinacionales que hablan un idioma que el hombre común siente cada vez más lejano en su interior.
Debemos restaurar la capacidad de autodeterminación de nuestros jóvenes, fuera de las cadenas de montaje pero ciertamente dentro de la evolución de una nueva tecnología a escala humana y herramienta de nuestra mente y nuestras manos.
Debemos recomponer ese mosaico generacional roto por una estupidez cultural de la que deben revestirse nuestros gobernantes y los idiotas útiles que los siguen.
La única Libertad que podrán adquirir nuestras generaciones futuras será la de volver al Conocimiento que nos brinda el contacto con la Materia.
La mayor riqueza del hombre es el conocimiento de la materia de la que estamos hechos, cuando rompemos este vínculo generamos contaminación cultural y espiritual que destruye los cimientos de los que está hecho nuestro mundo.
Por eso: «cuando creas una máquina para hacer el trabajo de un hombre, le quitas algo al Hombre» y eso, con todas sus repercusiones, nos despoja de la materia de la que estamos hechos, privándonos (para citar a Shakespeare) de las cosas de nuestros sueños. estan hechos de.

Guido Bissanti




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