Un mundo ecosostenible
Al futuro

Invertir en bioeconomía

Invertir en bioeconomía

Con el advenimiento de la revolución industrial, que caracterizó progresivamente a la sociedad humana, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, la humanidad vivió un período de bienestar progresivo y creciente.
En este período histórico las repercusiones económicas y sociales han sido notables pero, especialmente en los últimos tiempos, han surgido todas las cuestiones y consecuencias críticas sobre los sistemas ecológicos y sociales.
La revolución industrial no sólo ha supuesto un aumento de la tecnología, la electrónica y, en los últimos tiempos, la informática y el desarrollo de las redes, sino que ha requerido un uso cada vez mayor de recursos no renovables:
– Combustibles fósiles, como carbón, petróleo y gas natural;
– Combustibles nucleares, como el uranio y el plutonio;
– Minerales terrestres y minerales metálicos.
Su uso no sólo ha transformado los sistemas económicos sino también nuestros hábitos y estilos de vida hasta tal punto que la propia sociedad se ha convertido en un factor determinante en la búsqueda cada vez más frenética de estos recursos y su uso.
Un gato que se muerde la cola que, con evidente gradualidad, dicta el final.
Una sobrecarga de recursos que la Tierra ya no puede soportar.
Para dar a conocer este exceso, cada año se calcula el día de exceso de la Tierra, que en 2023 fue el 2 de agosto; es decir, el día en el que se agotan por completo los recursos que nuestro planeta logra poner a disposición durante todo el año calendario.
Necesitamos una inversión de la tendencia pero, sobre todo, una nueva revolución industrial.
Esta revolución se llama Bioeconomía.
El término bioeconomía indica la teoría económica propuesta por Nicholas Georgescu-Roegen para una economía ecológica y socialmente sostenible.
Ecológica y socialmente sostenible equivale a decir que el uso de los recursos, su transformación y su aprovechamiento deben tener connotaciones y supuestos completamente diferentes a la lógica del uso de fuentes no renovables.
Ecológica y socialmente sostenible también significa justicia social e igualdad de género.
Estos recursos deben estar disponibles durante un largo período, deben ser renovables, deben poder utilizarse sin interferir con los ecosistemas, deben estar generalizados y deben poder entrar en nuestros estilos de vida y costumbres garantizando un bienestar real y no ficticio. ser; lo que equivale a decir riqueza no exclusivamente material sino también espiritual.
La fuente de todo esto ya existe y no debe buscarse ni en Marte ni en ninguna otra parte del universo; es la biosfera misma, con su increíble ecodiversidad y biodiversidad, fuente de todo lo que necesitamos (y en abundancia) y rica (extremadamente) en energía renovable (el 95% de la cual es energía solar).
Los recursos biológicos están por todas partes a nuestro alrededor.
Animales, peces y pájaros. Hongos, insectos y algas. Y muchos microorganismos diminutos invisibles a simple vista pero esenciales para la salud humana y planetaria.
Podemos construir un mundo mejor gestionando nuestros recursos biológicos de forma más inteligente.
Podemos utilizarlos para aumentar la seguridad alimentaria, apoyar las economías locales y el desarrollo rural, luchar contra la pobreza, luchar contra el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, eliminar el desperdicio y la contaminación y promover la innovación.
Para entender lo dicho también podemos hacer una lista concisa de lo que se necesita en nuestra vida. Estas son solo algunas de las cosas para las que dependemos de los recursos biológicos:
– Alimentación: frutas y verduras, cereales y setas, carne y pescado son todos recursos biológicos que nutren nuestro organismo; sin embargo estos deben producirse respetando los ecosistemas, mediante métodos agroecológicos.
– Refugio: Los bosques proporcionan hogar a personas, animales y pájaros, y madera para edificios. Necesitamos reestructurar nuestra economía y nuestros sistemas de fabricación utilizando más madera de origen sostenible y menos acero y hormigón en los edificios; Esto podría ayudarnos a luchar contra el cambio climático.
– Energía: Para la producción de energía se pueden utilizar pellets de madera, madera recolectada de forma sostenible, residuos de alimentos y desechos animales. En las zonas rurales, pueden ayudar a combatir la pobreza y brindar oportunidades económicas a millones de personas. Además, la gran cantidad de energía solar, hidráulica o geotérmica, por nombrar algunas, puede garantizar un sistema sostenible a muy largo plazo.
– Medicinales: algunos de los medicamentos más utilizados son los extractos naturales; estos provienen de plantas, árboles, algas y hongos. Además, estos recursos biológicos tienen menos contraindicaciones cuando se utilizan.
– Ropa: probablemente no todo el mundo sepa que las camisetas pueden estar hechas de algodón, cáñamo y otras fibras vegetales; pero pocos saben que las camisetas también se pueden hacer con residuos de plantas de plátano u hojas de piña, etc. En la práctica (en un concepto muy virtuoso de economía circular) podemos transformar el desperdicio de alimentos en moda.
De este modo podemos utilizar los restos de nuestros recursos biológicos para minimizar el desperdicio. De hecho, mediante un enfoque “circular” o “en cascada”, estos desechos pueden incluso regenerar nueva vida, proporcionando, por ejemplo, nutrientes al suelo, las plantas y los árboles.
Para escapar del vórtice de la economía lineal (típico de la era industrial o desechable), necesitamos, ante todo, una revolución cultural. Empezando desde los colegios, concienciando desde el nacimiento sobre la relación con los objetos y su uso.
Necesitamos una nueva «espiritualidad» de la materia; observado no como una cosa inanimada sino como parte de una entidad mucho más grande.
Debemos regresar al útero de la Madre Tierra para convertirnos en una nueva civilización llena de luz y visión de futuro.
Todo esto sólo podrá lograrse mediante el desarrollo de la bioeconomía; un nuevo sistema que propone el uso inteligente y sostenible de los recursos renovables. Todo esto puede beneficiar al medio ambiente y conducir a la creación de nuevos puestos de trabajo basados ​​en el trabajo «verde».
De hecho, en un mundo donde los recursos biológicos y los ecosistemas no son infinitos, se necesita un esfuerzo de innovación para alimentar a la población y garantizar la protección de los recursos naturales, como el agua y el suelo, para todos. La bioeconomía nos permite transformar algas en combustible, crear plástico biodegradable y compostable a partir de recursos renovables, producir muebles y ropa a partir de residuos, obtener fertilizantes a base de biomasa a partir de subproductos industriales y mucho más. Desarrollar la bioeconomía, es decir, el segmento renovable de la economía circular, significa identificar nuevas soluciones para satisfacer las necesidades de alimentos, productos y energía. Y esto no sólo beneficiará al medio ambiente y al clima, sino que también generará una cantidad significativa de empleos «verdes» (se estima que en Europa sólo habrá un millón en 2030).
Por eso, para hacer la transición hacia este nuevo futuro, debemos invertir en los jóvenes y en su sensibilidad; no sólo el tecnológico sino sobre todo el espiritual.

Guido Bissanti




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