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En la escuela de naturaleza para sanar a la humanidad y al planeta

En la escuela de naturaleza para sanar a la humanidad y al planeta

Todo el mundo es consciente, aunque con distinta sensibilidad, del deterioro ecológico y social de nuestro planeta.
Es evidente cómo la naturaleza, con su patrimonio, incluidas sus enseñanzas, es nuestro salvavidas; sin embargo este está sometido a una presión antrópica que está provocando que se deteriore rápidamente. La UE y sus países están realizando esfuerzos y compromisos para restaurar ecosistemas, hábitats y especies.
En este sentido, el miércoles 12 de julio de 2023 el Parlamento Europeo aprobó el texto de la Ley de Restauración de la Naturaleza, una ley que prevé la restauración del 20% de los ecosistemas degradados de aquí a 2030.
La norma se hizo necesaria, además del marco de protección que ya existe desde hace décadas, como las directivas Aves y Hábitats, que salvaguardan más de 2.000 especies y espacios naturales.
Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos y de algunas mejoras limitadas, la evaluación más reciente de la naturaleza en la UE, realizada por la Agencia Europea de Medio Ambiente en 2020, reveló un panorama alarmante.
Numerosos factores están ejerciendo presión sobre los ecosistemas y las poblaciones de especies, entre ellos:
– contaminación;
– cambios climáticos;
– pérdida de hábitat;
– especies invasivas;
– 80% de los hábitats en malas condiciones;
– el 10% de las especies de abejas y mariposas en peligro de extinción;
– 70% del suelo en condiciones degradadas.
Dejando de lado en este contexto la gravedad de los efectos sobre la población mundial, sobre los cada vez más frecuentes desastres climáticos y sobre las dinámicas migratorias y de pobreza que estos conllevan.
Desafortunadamente para muchos, incluso aquellos que deberían tener un alto nivel de formación, como economistas, políticos, investigadores, etc. se le escapa que la naturaleza es la base de la economía mundial. Más de la mitad del PIB mundial depende de los materiales y servicios proporcionados por los ecosistemas. Por ejemplo, las materias primas son esenciales para la industria y la construcción, y los recursos genéticos son necesarios para la agricultura y la medicina.
Las estimaciones nos dicen que más del 50% del PIB mundial está vinculado a la naturaleza y los servicios que ésta proporciona (un PIB que se está desplomando gradualmente).
Por ello, si queremos hacer un razonamiento puramente económico (dejando de lado los aspectos éticos), el cuidado de la “Casa Común” no es un deber de alguien sino un derecho de todos: ciudadanos, investigadores, políticos, multinacionales, etc. .
Sin entrar en los detalles de la Ley de Restauración de la Naturaleza, de la que podéis encontrar algunas referencias en esta ficha, la cuestión que nos ocupa no es de carácter técnico sino que está vinculada a una de las grandes enfermedades de nuestro tiempo: las finanzas.
Hoy en día, a pesar de varias correcciones de rumbo, como la inclusión de factores ESG en la dinámica financiera, las finanzas son uno de los factores con mayor impacto en los sistemas de gestión y planificación de los recursos naturales.
Sin embargo, es cierto que, en la actualidad, las finanzas (y las políticas resultantes) están lejos de ser sostenibles.
De hecho, «finanzas sostenibles» significa finanzas que tienen en cuenta factores ambientales, sociales y de gobernanza corporativa, los llamados factores ESG, en el proceso de toma de decisiones de inversión, dirigiendo el capital hacia actividades y proyectos sostenibles a más largo plazo. Las finanzas sostenibles son, por tanto, la aplicación del concepto de desarrollo sostenible a la actividad financiera.
Son unas finanzas que, sin embargo, sufren las incrustaciones de un mundo liberal que lucha por morir para dejar espacio a nuevos sistemas, formas, índices, parámetros de evaluación de las finanzas y su rentabilidad.
De hecho la solución, al menos desde el punto de vista teórico, ya existe y se llama Bioeconomía.
La bioeconomía puede definirse como una economía basada en el uso sostenible de los recursos naturales renovables y su transformación en bienes y servicios finales o intermedios (Comisión Europea, 2012b). Por tanto, la bioeconomía incluye no sólo sectores tradicionales como la agricultura, la pesca, la acuicultura y la silvicultura, sino también sectores económicos más modernos como la biotecnología y la bioenergía. En conjunto, en 2009 la bioeconomía en Europa tuvo un valor añadido de más de 1 billón de euros, una facturación de más de 2 billones de euros y aproximadamente 21,5 millones de empleados (Clever Consult, 2010). Las perspectivas de un mayor crecimiento son aún más prometedoras: según un estudio de la OCDE (OCDE, 2009) se estima que en 2030 en los países desarrollados la biotecnología representará el 35% de los productos químicos e industriales, el 80% de los productos farmacéuticos y de diagnóstico y el 50% de los productos químicos e industriales. % de productos agrícolas.
Sin embargo, dentro de la Bioeconomía, existe un riesgo creciente del llamado «greenwashing», es decir, aquellas formas de comunicación de los actores económicos o políticos que no se corresponden con la verdad o que, en cualquier caso, representan un ecologismo de fachada, mucho que la UE, a partir de mayo de 2023, está emprendiendo una serie de iniciativas para regular las cuestiones, para evitar esas formas de comunicación engañosas que representan verdaderas estafas, muy peligrosas no sólo para los ciudadanos sino también para todo el ecosistema global.
En resumen, debemos promover una bioeconomía libre de lavado verde y, para ello, las finanzas y la política deben seguir las reglas de la naturaleza.
Un itinerario menos conocido de lo que parece, también porque formamos a jóvenes que viven en grandes núcleos urbanos donde la naturaleza, con sus enseñanzas, no entra.
Actualmente, el 54% de la población mundial (4 mil millones de personas) vive en áreas urbanas, lo que nos hace entender que si queremos hacer política y finanzas eco-sostenibles debemos lograr que nuestros jóvenes «vuelvan a estar en contacto» con la Naturaleza y sus enseñanzas. .
Más allá de los grandes intereses de las finanzas y la política, falta una «conciencia natural».
Queda poco tiempo para 2050 y, sobre todo, para 2030 pero sobre todo hay poca gente que vive de la naturaleza y la Naturaleza no se puede estudiar en los libros.
Quizás haya llegado el momento de activar programas concretos en los que la Unión Europea y los ministerios competentes se interesen por el problema con un cambio decisivo de dirección: acercar a los jóvenes a la naturaleza, mediante una enseñanza de «inmersión y contacto».
En Italia, los artículos 9 y 41 de la Constitución iniciaron este proceso, ahora el Gobierno debe comprender su alcance. La posteridad juzgará.

Guido Bissanti




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