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Desarmar la economía

Desarmar la economía

Para abordar el tema de la política en general, con todas sus repercusiones históricas y actuales, con las guerras que genera, con todas las masacres e injusticias, etc., es necesario comprender en profundidad el sistema mundial del que formamos parte. .integral, con sus Leyes y Principios.
Esta comprensión nos lleva, indiscutible e inexorablemente, a establecer cómo la historia, especialmente la de los últimos tiempos, fuertemente influida por una globalización de procesos y fenómenos, ha interferido considerablemente en este Sistema.
Esta injerencia está ligada a dos modelos organizativos diferentes: por un lado el de la Naturaleza y por otro el de la Sociedad actual.
Situando, como en una ecuación, que la Naturaleza (sujeta a leyes rígidas e inamovibles de la física y la termodinámica) está bloqueada e inamovible, se evidencia cómo el sistema económico (y por tanto social), para tener que interferir en un sistema tan consistente ha respondido a reglas y leyes a menudo diametralmente opuestas a estos principios.
Recordemos que la crisis climática (que no es la única crisis) es de carácter termodinámico, ligada a un modelo socioeconómico que produce demasiada entropía (material y social).
La disminución de la biodiversidad, los fenómenos de pérdida de fertilidad y desertificación, las emergencias sociales, las grandes migraciones, etc., son sólo efecto de esta causa.
Por ello es necesario restablecer, incluso antes de hablar de economía, seguridad, soberanía alimentaria y energética, así como de cualquier otro sector, las bases de la política (que no son más que el compendio de toda la termodinámica planetaria), es decir los principios en movimiento.
En este sentido, debemos despejar inmediatamente el campo de sombras y dudas.
La economía de la Naturaleza (basta con ver los trabajos científicos de científicos del calibre de I. Prigogine y otros) se basa en la máxima fragmentación de habilidades y roles y en su máxima participación y participación. Lo cual, traducido en términos políticos, significa tener que salir de un sistema liberal (y por lo tanto político) que hace de la concentración, las grandes estructuras, la prevaricación y el colonialismo su credo.
Un credo que sujeta y sujeta a sí mismo los sistemas de producción, los intercambios comerciales, las organizaciones sociales (ver aumento hiperbólico de las metrópolis y vaciamiento progresivo de las zonas del interior y de los pequeños pueblos), provocando una degradación de la Naturaleza (de la que somos parte inseparable) debido a la aumento de la entropía y por tanto (dado que la flecha del tiempo está ligada a ésta) disminución de la historia futura disponible.
Una creencia que crea un continuo desequilibrio entre las partes que, desgraciadamente y muchas veces, se subsana con revoluciones y guerras.

La economía liberal fue escrita por una no ciencia, que niega la identidad y la dignidad de la humanidad y la naturaleza, y nos corresponde a nosotros reescribir una economía diferente (cuyos inicios se pueden ver en el concepto de su circularidad y los criterios de integralidad). ecología) donde salvaguardar la diversidad, la fragmentación (pensamos también concretamente en los pequeños artesanos, agricultores y actividades comerciales, etc.), en compartir redes, soberanía energética y alimentaria, etc. convertirse en el nuevo centro de la política.
Donde el derecho a la dignidad de la vida de cada persona, en el compartir, sea el centro en el que se respire el aire de la nueva política.
La política ha fracasado, arrastrándonos peligrosamente a arenas movedizas de las que tal vez aún podamos salir en condiciones de que ya no analicemos cuestiones únicas y separadas sino la gran integral de la Vida, con sus reglas (de las que no hay escapatoria – como dijo un científico : La física es bastarda, y por eso no perdona).
En este sentido, los conceptos relacionados con derechos, calidad, seguridad, etc. traducen del plan del sistema de economía lineal (una paradoja termodinámica) al de la economía circular y sus reglas, con todas las repercusiones culturales, ideológicas y políticas.
Necesitamos salir de un paradigma económico que ha contaminado las conciencias y el pensamiento a tal punto que pedimos la Paz pero no entendemos que es un acto concreto, una forma de ser, de comportarse, que nos involucra a cada uno incluso antes afectando a los grandes intereses y poderes políticos.
Hay que desarmar esta economía, esta (como la definió Juan Pablo II) cultura de muerte.
Pedimos paz pero pensamos en términos liberales, queremos justicia pero hacemos actos contrarios, con nuestros comportamientos, con nuestro razonamiento, con la forma en que consumimos y exigimos derechos desvinculados de los deberes de reciprocidad.
En este sentido, la crisis ambiental es tal porque el modelo cultural de esta civilización y por ende el sistema socioeconómico está en crisis. Ese liberalismo que no puede resolver los problemas humanos con varias correcciones, implementando actualizaciones del tipo que se usa en el software, con las distintas versiones; es necesario reescribir nuevas reglas que, de hecho, marcan el fin de esta ideología económico-financiera y, con ella, de una era.
En este sentido, la cuestión ecológica es incluso primero una cuestión de justicia global; una equidad que debe respetar los derechos humanos y los derechos ambientales al mismo tiempo, ya que están sujetos a la misma ley. Por eso no podemos resolver la emergencia humanitaria, incluso antes que la ecológica y climática, sin reescribir las reglas económicas que, de hecho, son sólo la manifestación última de las reglas ideológicas y sociopolíticas.
Si no desarmamos esta economía loca, ninguna crisis, ninguna guerra, ningún desarme será posible porque seguiremos alimentando (termodinámicamente) una fuente turbia que nos contamina, nos quita la pureza, nos ensucia, nos quita toda dignidad y libertad humana. .
Pidamos Paz pero hagámoslo de la manera correcta: clamemos que todos se desarmen y, aún antes, empecemos a desarmar esta economía de muerte.

Guido Bissanti




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