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Biodiversidad y ecología social

Biodiversidad y ecología social

Los organismos genéticamente modificados, tanto OGM como TEA, cubren un capítulo importante dentro de la biodiversidad y las implicaciones vinculadas a la relación entre esta y el medio ambiente y la humanidad.
Se trata de un tema delicado y no debe subestimarse por las numerosas implicaciones sociales, éticas y políticas, además de ecológicas, que conlleva.
Muchas veces el tratamiento superficial y emotivo de los medios de comunicación genera una considerable confusión en la opinión pública, lo que no contribuye a aportar claridad en la información. De hecho, algunas informaciones llenas de argumentos contradictorios, a menudo irrelevantes o incluso incorrectos desde un punto de vista científico, tienen la grave consecuencia de no dejar claro qué son los OGM o los TEA, cómo se produjeron y para qué se utilizan, cuáles son sus características específicas. son sus funciones y cuán útiles (o inútiles o incluso dañinas) pueden ser para la población humana y para los ecosistemas.
Antes de hacer reflexiones o juicios, partamos de los OGM y sus implicaciones alimentarias, biológicas, sociales y políticas; hay que tener muy claro, a nivel científico, de qué estamos hablando y cómo y por qué llegamos a la creación de estos organismos.
La definición correcta de OGM es, como se informa en el sitio web oficial del Ministerio de Salud, la de: «Organismo genéticamente modificado (OGM) significa un organismo, distinto del ser humano, en el que el material genético (ADN) ha sido modificado de forma diferente a lo que ocurre en la naturaleza, con apareamiento y recombinación genética natural”.
En definitiva, para producir un OGM se necesitan un conjunto de técnicas que permitan insertar, eliminar o modificar porciones de ADN, el material genético que está presente en todas las células de los organismos vivos. Por lo tanto, no hay ninguna referencia específica a las plantas con las que se asocian comúnmente los OGM; de hecho, las primeras aplicaciones exitosas de estas técnicas fueron la producción de moléculas y enzimas a partir de bacterias genéticamente modificadas, de fundamental importancia para la medicina y la industria alimentaria.
De estos ejemplos se podría deducir que las dificultades relativas a la aceptación pública de los OGM afectan únicamente al mundo vegetal, en particular a las plantas alimenticias, tal vez porque están relacionadas con los alimentos y todo lo que esto implica a nivel ecológico, social y psicológico.
Entre otras cosas, un OGM, o un producto derivado del mismo, sólo puede comercializarse en el mercado europeo después de haber sido autorizado mediante un procedimiento complejo, que incluye una evaluación de riesgos para la salud humana y el medio ambiente.
La legislación de referencia en el ámbito alimentario para el sector de los organismos genéticamente modificados está representada principalmente por el Reglamento (CE) núm. 1829/2003 y Reglamento (CE) núm. 1830/2003, ambos en vigor desde el 18 de abril de 2004.
Reglamento (CE) nº. 1829/2003, relativa a los alimentos y piensos modificados genéticamente, define, entre otras cosas, el procedimiento de autorización para la comercialización de un OMG o de un alimento o pienso modificado genéticamente, establece los requisitos específicos en materia de etiquetado y fija el umbral de tolerancia para la contaminación accidental. o presencia técnicamente inevitable de OGM.
En virtud de esta normativa comunitaria, los alimentos y piensos genéticamente modificados sólo pueden comercializarse previa autorización de la Comisión Europea (CE) en las condiciones y eventuales restricciones indicadas en la propia autorización.
Una nueva evolución de los OGM está ligada a los llamados TEA.
Los TEA no son más que una serie de nuevas técnicas que permiten modificaciones selectivas de la información genética dentro de las células (identificadas con el término NGT) y aplicadas primero en el campo de la microbiología, luego en el de la salud humana, los animales domésticos y las plantas. Con NGT es posible modificar incluso un solo nucleótido específico (o base nitrogenada) de los muchos millones o miles de millones que componen la doble hélice del ADN. Los cambios producidos son exactamente del mismo tipo que las mutaciones espontáneas.
El término TEA fue acuñado en Italia por la Sociedad Italiana de Genética Agrícola (SIGA) para identificar lo que en el resto del mundo se denominan «nuevas técnicas de cría» o «nuevas técnicas genómicas» y que tienen como punta de lanza el sistema de edición del genoma CRISPR.
La necesidad de utilizar este acrónimo surgió porque el atributo genómico es un pariente cercano del adjetivo genético y corre el riesgo de evocar el fantasma de los OGM, palabra que en el lenguaje jurídico identifica una categoría de productos fuertemente discriminados a nivel regulatorio y en el vocabulario común A menudo indica una amenaza, una controversia, un tabú.
De hecho, cambiar el nombre de las cosas no cambia su sustancia, pero intentamos centrar la atención en un aspecto que se considera especialmente significativo. Al decir «nuevas técnicas genómicas» enfatizamos que las plantas así producidas son el resultado de una revolución tecnológica, la misma que está produciendo notables innovaciones en medicina en términos de terapias avanzadas.
La referencia, en cambio, a «técnicas de evolución asistida», evoca el proceso de evolución natural, por lo que subraya la similitud entre las mutaciones que aparecen espontáneamente cada día en el ADN de todos los organismos vivos y las mutaciones buscadas e inducidas con las nuevas biotecnologías.
El término TEA no se utiliza actualmente en la literatura científica. La primera vez que las TEA celebraron un acto con valor jurídico fue con la publicación en la GURI del texto del decreto-ley del 14 de abril de 2023, n. 39 coordinado con la ley de conversión del 13 de junio de 2023, n. 68 que contiene: «Disposiciones urgentes para combatir la escasez de agua y fortalecer y adaptar la infraestructura hídrica». Este decreto ley del Estado italiano, en el artículo 9 bis, dictó las disposiciones urgentes sobre genética agrícola.
En este acto, el término TEA identificó las plantas producidas con edición genómica y cisgénesis.
En detalle, la palabra edición apareció por primera vez en 2005 en la portada de «Nature» a propósito de un experimento realizado in vitro en células humanas con la técnica de los «dedos de zinc» (ZFN), gracias a una enzima programable que Puede considerarse el hermano mayor (y menos afortunado) de CRISPR. Decir edición en lugar de ingeniería genética sirve para enfatizar una diferencia fundamental: el ADN se puede modificar in situ, sin agregar material genético extraño, con un proceso similar a la revisión editorial de un texto escrito por computadora. En 2009 se inventó otra técnica de edición, llamada TALEN. En la historia de las nuevas técnicas genómicas, el verdadero hito llegó en 2012 con la invención de CRISPR, un sistema de edición tan versátil que mereció el Premio Nobel de Química pero con un nombre que es un acrónimo incomprensible para la mayoría y que puede traducirse como «repeticiones palindrómicas cortas agrupadas y regularmente espaciadas», ya que algunas secuencias así realizadas representaron la primera pista que condujo al descubrimiento en bacterias del fenómeno que luego inspiró la invención del herramienta biotecnológica del mismo nombre.
El término cisgénesis es más bien una variación de la palabra transgénesis, porque en ambos casos se utiliza la ingeniería genética clásica, no la edición. En los organismos transgénicos está presente un gen de un organismo evolutivamente distante, mientras que en los organismos cisgénicos se ha transferido un gen procedente de una especie sexualmente compatible.
Más allá de todas las posibles aplicaciones en el ámbito agrícola, la pregunta que se plantea es si TEA/NGT son OGM. Según el sentido común, la respuesta podría ser no, porque la palabra OGM generalmente se refiere a organismos transgénicos como el maíz Bt resistente al barrenador del maíz y la soja RR resistente a los herbicidas. Sin embargo, para las leyes italianas y de la UE, la respuesta es sí, al menos por ahora. Así lo reiteró una sentencia del Tribunal Europeo de 2018, la misma que puso en marcha el proceso de revisión regulatoria en Bruselas.
Evidentemente, a partir del momento en que se redacte esta contribución, la evolución regulatoria sobre la materia sufrirá ulteriores evoluciones.
La edición del genoma es un tipo de ingeniería genética en la que se inserta, elimina, modifica o reemplaza ADN del genoma del organismo vivo. A diferencia de las primeras técnicas de ingeniería genética que insertaban aleatoriamente material genético en el genoma del huésped, la edición del genoma funciona en sitios específicos.
Sin embargo, para comprender la complejidad de este asunto, que muchas veces se presenta sólo desde un punto de vista científico y sus implicaciones tecnológicas, recordemos que los agricultores han alterado los genes de las plantas durante años para desarrollar nuevas y mejores variedades, pero los recientes avances tecnológicos no hizo posible editar el genoma de un organismo de forma más rápida, más precisa y, según los partidarios de esta tecnología, más económica.
Sin embargo, la cuestión debe abordarse no sólo en términos de análisis de las herramientas tecnológicas necesarias para llevar a cabo la «reescritura» del ADN sino que también conviene analizar los aspectos éticos, ecológicos y sociales resultantes.
Para aclarar este delicado tema, recordemos que la agricultura existe como una actividad estrechamente relacionada con las actividades humanas, con la cultura generada por esta experiencia, con los vínculos entre ésta y la evolución del conocimiento, con la mutualidad entre la evolución de los sistemas agrícolas y social. Un nivel más del proceso coevolutivo.
La agricultura es la matriz de esa ecología social que es la base de las civilizaciones, hasta el punto de que en 1996 los miembros de la Vía Campesina acuñaron el término Soberanía Alimentaria, adoptado posteriormente por varios organismos internacionales, entre ellos el Banco Mundial y las Naciones Unidas.
Entre otras cosas, en 2007, la Declaración de Nyéléni proporcionó una definición que fue adoptada por ochenta países; en 2011 los estados europeos lo refinaron aún más. A partir de 2020, al menos siete países han integrado la soberanía alimentaria en sus constituciones y legislaciones; Además, desde 2022, el Ministerio de Agricultura italiano pasa a llamarse Ministerio de Agricultura, Soberanía Alimentaria y Bosques.
Recordemos que la soberanía alimentaria es un concepto que hace referencia al derecho de los pueblos y comunidades a tener control total sobre su propio sistema alimentario. Se trata de una visión alternativa y contrastante con el enfoque dominante de la agricultura industrial y el comercio mundial de alimentos.
Pues bien, como se ha dicho, más allá de los aspectos estrictamente científicos y por tanto tecnológicos, la posibilidad de trasladar la interacción genética del conocimiento de los sistemas sociales rurales a los poseedores de tecnologías muy costosas y complejas crea un problema que va mucho más allá del aspecto simple, exquisitamente científico y tecnológico: si es correcto o no manipular el ADN de forma antinatural, cuestión que también es necesario analizar en su totalidad.
El uso de tecnologías propiedad de grupos financieros y comerciales tiene claras repercusiones en las organizaciones sociales de agricultores. Este proceso interfiere con los procesos de conocimiento, transferencia de conocimiento y aplicaciones prácticas de las sociedades rurales, corriendo el riesgo de interrumpir abruptamente un camino antropológico que ha estado en marcha, en todas partes del mundo, durante al menos 10.000 años. Ese camino que ha permitido, con gradualidad y el consiguiente análisis en profundidad, el desarrollo y la creación de una riqueza animal y vegetal de razas y variedades inverosímiles.
Esa variabilidad genética que ha permitido que la producción y los arreglos productivos se adapten a ecosistemas individuales y, a menudo, a microecosistemas y microclimas únicos.
Ese proceso que generó conocimientos agrícolas, del cual se derivaron culturas, artes, civilizaciones, etc.; otro nivel de biodiversidad, el de las civilizaciones rurales, que representan la verdadera riqueza social y la estabilidad de territorios enteros de nuestro planeta.
Esta riqueza también ha permitido la adquisición y el intercambio de conocimientos, sus relaciones con el ecosistema circundante y la creación de culturas y experiencias compartidas.
Podemos decir que el centro de este complejo proceso fue compartir; intercambio de conocimientos, semillas, plantas, animales, razas, variedades, etc.
La información contenida en el ADN (observada en sus aspectos macroscópicos) ha sido asimilada, comprendida, compartida y este compartir ha generado conocimientos y tradiciones y, en definitiva, compartir procesos.
La edición del genoma, como cualquier otra forma de intervención desconectada de estos mecanismos, puede implementar procesos desvinculados de esta ecología social, activando y promoviendo sistemas monopolísticos en manos de unas pocas entidades financieramente fuertes y dominantes en las ciencias sociales y antropológicas del mundo.
Recordemos, al respecto, que las plantas, los animales y cualquier ser vivo nunca son unidades aisladas en el ecosistema; su vida es el resultado de múltiples interacciones (un entrelazamiento macroscópico) e intercambios de información con organismos igualmente múltiples.
Una función de resistencia a una enfermedad de una planta, o a un estado de estrés, es el resultado de innumerables intercambios de información, y estos procesos están en la base del nacimiento gradual de especies, variedades y razas.
En pocas palabras, es el ADN el que, en su totalidad, interactúa entre sí y no simples porciones las que dan respuestas inequívocas, simplistas y reduccionistas.
La gran riqueza de la biodiversidad agrícola italiana y mundial es sólo el fruto de una lenta y gradual reordenación genética, consecuencia de larguísimos períodos de adaptación y de retroalimentación termodinámica de los ecosistemas naturales y agrícolas.
Todo esto ha generado, de manera correlacionada, civilizaciones, culturas, conocimientos, experiencias y valores humanos.
Por esta razón el tema de la edición del ADN, cuáles son sus mecanismos y tecnologías, no puede descartarse únicamente desde un punto de vista científico; las implicaciones son sociológicas predeterminadas, incluso antes que ecológicas.
El objetivo es evaluar cómo estas tecnologías pueden impactar la sociología y la dinámica de los sistemas rurales y sus vínculos con los centros urbanos; cómo pueden monopolizar el conocimiento, cuánto pueden influir en el conocimiento campesino y qué repercusiones pueden tener no sólo en los sistemas rurales sino también en toda la civilización humana.
Además, uno de los principales mecanismos que impulsa la evolución de los ecosistemas es la selección natural, que es el proceso mediante el cual los organismos mejor adaptados a su entorno tienen más probabilidades de sobrevivir y reproducirse, transmitiendo sus rasgos adaptativos a la siguiente generación.
Además de la selección natural, otros mecanismos que influyen en la evolución de los ecosistemas incluyen la deriva genética, la migración y la mutación. La deriva genética ocurre cuando las frecuencias de los alelos varían aleatoriamente en las poblaciones a lo largo del tiempo, especialmente en poblaciones pequeñas. La migración, por otro lado, conduce a la introgresión de nuevos genes en una población mediante el movimiento de individuos de un área a otra. La mutación es el proceso aleatorio mediante el cual se forman nuevas variantes genéticas (mutaciones) en el ADN de los organismos.
Está claro que los ecosistemas están formados por una compleja red de interacciones entre los organismos vivos y su entorno físico. La evolución de los ecosistemas también puede verse influenciada por factores abióticos, como el cambio climático, la disponibilidad de recursos y la geología de la zona. Estos factores pueden afectar la capacidad de supervivencia y reproducción de los organismos, creando presiones selectivas que moldean la evolución del ecosistema a lo largo del tiempo.
Los ecosistemas son, por tanto, multiplicidad de ADN en constante interacción y relación, a través de los cuales la información intercambiada genera sistemas termodinámicos complejos (sistemas disipativos).
En resumen, la evolución de los ecosistemas está impulsada por una combinación de selección natural, deriva genética, migración, mutación e interacciones complejas entre los organismos y el medio ambiente. Estos mecanismos trabajan juntos para dar forma a la adaptación y diversidad de los organismos dentro de los ecosistemas a lo largo del tiempo.
Este complejo proceso evolutivo, en el ámbito rural, incluye la presencia humana a tal punto que se puede afirmar que sin sistemas sociales complejos no puede haber complejidad agrícola.
Hoy, lamentablemente, todos pagamos por la simplificación de los sistemas de cultivo, de los que la revolución verde de los años 60 se jactaba de ser el progreso necesario para alimentar al mundo.
Después de poco más de medio siglo, se empiezan a hacer algunas valoraciones relativas a algunos factores, como por ejemplo:
– aumento de la pobreza de algunas poblaciones;
– secado de suelos agrícolas;
– reducción drástica de la biodiversidad natural y agrícola;
– aumento exponencial de los residuos tóxicos en los alimentos;
– cambio climático y desastres ambientales.
Todo dentro de un período que, en el lapso de la historia humana, es como una fracción infinitesimal en la vida de una persona.
Por lo tanto, cuando analizamos la aplicación de las nuevas tecnologías, debemos incluir, para completar el razonamiento, aspectos que no son exclusivamente científicos y tecnológicos (entre otras cosas a menudo observadas de manera aislada), sino sobre todo principios éticos que deben ponerse en sincronía con las leyes y códigos de la naturaleza. La historia reciente nos está enseñando que, cada vez que repudiamos la naturaleza, las consecuencias nunca son positivas, provocando reducción y degradación de las condiciones mismas de vida.
Además, en el estado del arte, falta suficiente investigación científica y, por lo tanto, también el desarrollo de metanálisis que permitan una evaluación técnico-estadística cuantitativa que permita combinar los datos de múltiples estudios realizados sobre el tema. , dando una imagen suficientemente fiable.

Guido Bissanti




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