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Biodiversidad agrícola y salud humana

Biodiversidad agrícola y salud humana

Según el informe sobre “Salud y Biodiversidad” presentado por la OMS en el 14º Congreso Mundial de Salud Pública, se demuestra la importante contribución de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos a la mejora de la salud humana a través del impacto en la calidad del aire y el agua, la nutrición, enfermedades no transmisibles e infecciosas, medicamentos.
Además, según un reciente informe de Chatham House (Real Instituto de Asuntos Internacionales, comúnmente conocido como Chatham House, que es un centro de estudios británico, especializado en análisis geopolítico y tendencias político-económicas globales) lanzado en colaboración con el PNUMA y Compassion in World Farming (Gran organización internacional sin fines de lucro para el bienestar y la protección de los animales de granja), se destacó que el sistema alimentario es el primer impulsor de la pérdida de biodiversidad.
De hecho, el sistema alimentario mundial es el primer factor de pérdida de biodiversidad, y la agricultura por sí sola representa una amenaza para 24.000 de las 28.000 (86%) especies en riesgo de extinción. Como se destaca en la siguiente figura, los datos nos dicen, entre otras cosas, que la tasa global de extinción de especies hoy es mayor que la tasa promedio de los últimos 10 millones de años y que sólo podría revertirse bajo la condición de un modelo verde de producción agroalimentaria.

El “paradigma de los alimentos baratos” ha influido significativamente en el aumento de insumos como fertilizantes, pesticidas, energía, tierra y agua. Este paradigma conduce a un círculo vicioso: el menor costo de producción de alimentos crea una mayor demanda de alimentos que deben producirse a un menor costo, lo que aumenta la producción y provoca una mayor deforestación y desertificación de la tierra.
Además, si continuamos en esta dirección, la pérdida de biodiversidad seguirá acelerándose a menos que cambiemos la forma en que producimos alimentos.
Entre otras cosas, una mayor destrucción de ecosistemas y hábitats amenazará nuestra capacidad de garantizar la supervivencia de las poblaciones humanas.
Para hacer todo esto, sin embargo, es necesario un cambio en la dieta que permita que muchas tierras vuelvan a la naturaleza y que permita la adopción generalizada de una agricultura más respetuosa con la naturaleza sin aumentar la presión de convertir áreas naturales en áreas agrícolas.
Cuanto más se pone en práctica la primera acción, mediante cambios en la dieta, más posibilidades se crean para la segunda y tercera acción.
El sistema alimentario actual es un arma de doble filo, creado especialmente en las últimas décadas con el fin de producir más alimentos, más rápido y a menor coste, sin tener en cuenta los costes ocultos por la pérdida de biodiversidad y de sus funciones esenciales para la vida y para la salud. nuestra salud.
Por eso necesitamos urgentemente reformar la forma en que producimos y consumimos alimentos. La biodiversidad agrícola no se puede proteger si no actuamos sobre la biodiversidad alimentaria.
Entre otras cosas, la biodiversidad alimentaria, entendida como la biodiversidad de las plantas, animales y otros organismos que componen nuestros alimentos, contribuye de múltiples formas a una dieta sana y diversificada.
En este sentido, diversos estudios sobre la composición de los alimentos destacan que el contenido de nutrientes (macro y micronutrientes) puede variar muy marcadamente tanto de una especie a otra como entre cultivares de una misma especie. En particular, las variedades silvestres suelen ser más nutritivas que las domésticas.
Además, hay que reiterar que las especies endémicas o autóctonas se adaptan mejor a las condiciones ambientales del territorio y, por tanto, muchas veces requieren menos insumos externos, como agua o productos fitosanitarios, que provocan graves problemas para la salud de los consumidores, de los agricultores y de los animales. Condiciones ecológicas de los paisajes agrícolas y naturales.
De hecho, para defenderse del estrés ambiental como las altas temperaturas, la sequía y las heladas, que provocan la producción de radicales libres que pueden dañar su ADN, las plantas implementan mecanismos de resistencia que activan la producción de moléculas con propiedades antioxidantes.
Por ello es necesario implementar sistemas agroecológicos que contribuyan al consumo de especies vegetales autóctonas que, como tales, han desarrollado defensas frente a condiciones ambientales o agentes externos, aumentando también el contenido de sustancias protectoras en nuestra dieta, como los terpenos, y muy importantes. moléculas como los carotenoides y la vitamina E, compuestos fenólicos como los flavonoides, alcaloides y compuestos a base de nitrógeno y azufre que ejercen una acción antioxidante muy eficaz.
Por ejemplo, el consumo prolongado de polifenoles puede ayudar a reducir el riesgo de cáncer, trastornos cardiovasculares, diabetes, osteoporosis y enfermedades neurodegenerativas, protegiendo al organismo del daño que los radicales libres provocan en el ADN.
No en vano la llamada Estrategia Farm to Fork de la Unión Europea vincula indisolublemente los dos momentos del sistema agroalimentario: las empresas agrícolas (Farm), con la necesidad de aumentar la biodiversidad agrícola a través de sistemas agroecológicos, y la consumidor final (Tenedor = tenedor) que debe incrementar la biodiversidad de su dieta.
La combinación de biodiversidad alimentaria y biodiversidad agrícola es la única manera de hacer que las personas y el planeta vivan mejor, desempolvando la famosa frase: mens sana in corpore sano («mente sana en cuerpo sano»), frase latina extraída de un párrafo de Sátiras de Juvenal. En definitiva, existe una perfecta sincronía (y lógica) que une indisolublemente la salud de la especie humana con la del ecosistema planetario; No podemos regular uno sin intervenir en el otro y viceversa.
Además, como recoge el informe elaborado por Chatham House, el impacto de esta carrera hacia el abismo en los alimentos no se limita a la pérdida de biodiversidad. El sistema alimentario mundial es uno de los principales impulsores del cambio climático y representa alrededor del 30% de las emisiones totales producidas por el hombre: por lo tanto, un cambio en nuestra dieta se convierte en una necesidad, para devolver las tierras robadas a la naturaleza y con el objetivo de desarrollar una una agricultura cada vez más respetuosa con los ecosistemas naturales.
La evaluación del ciclo de vida (LCA) permite abordar sistemáticamente los impactos ambientales a lo largo de las cadenas de suministro, lo que representa una metodología de referencia que se puede aplicar para evaluar los sistemas alimentarios.
Por lo tanto, es necesario adoptar sistemas de evaluación basados ​​en ACV para determinar los impactos de los sistemas dietéticos y los suministros de alimentos relacionados sobre la pérdida de biodiversidad y qué aspectos deben desarrollarse más para garantizar una evaluación completa de los impactos sobre la biodiversidad debido a la producción y el consumo de alimentos ( Crenna E. et al.2019).

Guido Bissanti

Este artículo es uno de los resúmenes que surgen del próximo libro sobre agroecología (primavera de 2024) firmado por el abajo firmante y los demás investigadores: Giovanni Dara Guccione (CREA-PB), Barbara Manachini (UNIPA), Paola Quatrini (UNIPA) y con la Prefacio de Luca Mercalli (presidente de la Sociedad Meteorológica Italiana).




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