La economía de las hormigas
La economía de las hormigas
No serán las manifestaciones callejeras, ahora ni nunca, las que cambiarán este mundo o los mundos que nos presenta la historia si, junto a la manifestación o protesta, no se propone un camino.
No cambiaremos, aunque sólo sea en dirección anarquista, si no hacemos un esfuerzo serio para pensar en un mundo futuro posible.
La crisis de nuestro tiempo es una crisis sistémica. Un sistema hombre-ambiente que se ha estancado debido al absurdo supuesto de que el Desarrollo es infinito.
Por otro lado, la historia nos había enseñado que la civilización se desarrolló (también y precisamente en el sentido algebraico) y mientras esto ocurrió el Sistema se basó en leyes que sólo eran posibles gracias a la disponibilidad de espacio y energía.
El propio principio del Desarrollo Sostenible, como señala acertadamente Serge Latouche, es un oxímoron, es decir, una contradicción en los términos, ya que sostenibilidad y desarrollo son conceptos energéticamente opuestos.
Nos encontramos, por tanto, ante un escenario en el que el pensamiento más avanzado de las últimas décadas (el Desarrollo Sostenible) nació de una civilización contradictoria. Es decir, una civilización que contiene en sí misma un «germen» de contradicción y de no resolución de la cuestión.
Jeremy Rifkin en su libro Entropía, escrito hace más de 20 años, ya prevé el presente y lo analiza precisamente con el principio termodinámico de la Entropía, es decir, aquella cantidad que producen los sistemas energéticos (que incluyen también a la sociedad y al medio ambiente) y que poco a poco conduce a una situación de caos.
La situación de caos es la de nuestros días; Caos aún no alcanzado en su máxima expresión, ya que todavía es generado por modelos termodinámicos (nuestro modelo social) todavía vigentes: uso de recursos no renovables, ampliación de algunas estructuras de gestión (léase administraciones públicas), centralización de los sistemas de producción y distribución. de bienes en grandes estructuras (multinacionales), disminución de las microempresas (agricultura, artesanía, etc.).
El modelo piramidal, que tiende a erosionar la base (la microorganización) y a agrandar la cima (Grandes Industrias, Administraciones y Multinacionales), tarde o temprano caerá, y caerá estruendosamente. Predecir cuáles serán las consecuencias de esta caída es realmente muy complejo y (matemáticamente) difícil de analizar.
Sin embargo, el análisis que se realiza sobre las causas, como suele ocurrir en muchas cuestiones matemáticas, nos lleva a una solución absurda. De hecho, si invertimos absurdamente las causas que están generando los efectos del vuelco de la pirámide, nos damos cuenta de que lo absurdo está sólo en nuestros modelos conceptuales como occidentales (colonialistas e invasores hasta la médula).
Veamos qué conceptos es absolutamente necesario desmontar o modificar:
• En primer lugar, hay que quitarles de la boca, especialmente a aquellos políticos, economistas y científicos con demasiadas telarañas, que ya no es posible hablar de desarrollo sino, en todo caso, de progreso social (que configura un modelo socioeconómico y energético sustancialmente diferente y que ahora intentaremos explicar).
• El ritmo al que erosionamos el suelo, los recursos, los territorios, las culturas, las tradiciones, las creencias, etc. debe detenerse o incluso retroceder. No olvidemos nunca que el lugar de donde el hombre obtiene sus fuentes de sustento, incluidas las culturales (que también son energéticas) es la superficie del planeta que habita y donde la energía solar, en sus diversas transformaciones (agricultura, pesca, ) es el única fuente renovable; todos los demás siguen el principio de agotamiento.
• La relación entre el hombre y el territorio (trabajo) debe ser relocalizada y fragmentada: estamos en presencia de demasiadas transferencias (hombres y bienes) y estructuras sobredimensionadas, que sólo responden a las necesidades de un capitalismo desenfrenado y especulativo que arde, con un ritmo geométrico, los recursos disponibles. Si lees el artículo del que te paso el enlace: Ineficiencia – tenemos claro que la agricultura, que es el sector primario de la economía de todos los estados, se transformó primero con el desarrollo de la tecnología en lugar de volverse cada vez más eficiente en un máquina que devora energía y recursos (el 30% de su forma energética ha sido devorada sólo del suelo en los últimos treinta años: fertilidad, biodiversidad, etc.). La economía del futuro tendrá que basarse necesariamente en una sociedad con microestructuras, más localizada y respetuosa con el ecosistema.
• Las estructuras estatales tendrán que reducirse significativamente en favor de los Estados ligeros. El mantenimiento de un gasto público insostenible ha generado los conocidos fracasos de una economía que ya no es sostenible y que no sólo perjudica a los ciudadanos sino que absorbe tasas de financiación y energía de forma exponencial.
• La ciencia, las escuelas y la formación tendrán que orientarse hacia una cultura glocal (neologismo que identifica la condición de quienes miran en términos globales pero actúan y se mueven en un contexto local). Es un supuesto que recupera el sentido más profundo de esa tradición que una perversa Ilustración (portadora del bien pero también del mal) intentó impunemente desmantelar dando lugar a ese materialismo que creó el capitalismo y el comunismo: hijos lisiados de la civilización humana.
Sólo en esta dirección encontraremos nueva energía (y en todos los sentidos); Sólo en esta condición renovada podremos garantizar una nueva democracia. Aprendamos a impugnar y protestar. Sin embargo, son necesarias dos condiciones: la condición de un firme disenso pacífico y el objetivo que se quiere alcanzar. Todo lo demás es ruido para uso y consumo personal pero no para el progreso social.
Guido Bissanti