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La biodiversidad alimentaria es igual a la biodiversidad agrícola

La biodiversidad alimentaria es igual a la biodiversidad agrícola

Según un informe reciente de Chatham House (Instituto Real de Asuntos Internacionales, comúnmente conocido como Chatham House, que es un centro de estudios británico especializado en análisis geopolítico y tendencias político-económicas globales) lanzado en colaboración con el PNUMA (Programa de las Naciones Unidas Unidos para el Environment) y Compassion in World Farming (Gran organización internacional sin fines de lucro para el bienestar y la protección de los animales de granja), se destacó que el sistema alimentario es el primer impulsor de la pérdida de biodiversidad.
Nuestro sistema alimentario global es, de hecho, el principal impulsor de la pérdida de biodiversidad, y la agricultura por sí sola representa una amenaza para 24.000 de las 28.000 (86%) especies en riesgo de extinción. Aclaremos, entre otras cosas, que el ritmo global de extinción de especies hoy es superior al ritmo medio de los últimos 10 millones de años.
En las últimas décadas, nuestro sistema alimentario se ha visto influenciado por el “paradigma de los alimentos baratos”, con el objetivo de producir más alimentos a un costo menor mediante el aumento de insumos como fertilizantes, pesticidas, energía, tierra y agua. Este paradigma conduce a un círculo vicioso: el menor costo de la producción de alimentos crea una mayor demanda de alimentos que deben producirse a un menor costo, mediante una mayor intensificación y una mayor deforestación y desertificación de la tierra.
Desafortunadamente, si continuamos en esta dirección, la pérdida de biodiversidad seguirá acelerándose a menos que cambiemos la forma en que producimos alimentos.
Entre otras cosas, una mayor destrucción de ecosistemas y hábitats amenazará nuestra capacidad de garantizar la supervivencia de las poblaciones humanas.
El informe pide una reforma urgente de nuestros sistemas alimentarios y sugiere tres acciones interdependientes:
– cambiar los patrones de alimentación;
– aislar y proteger las zonas naturales;
– llevar a cabo prácticas agrícolas de una manera más respetuosa con la naturaleza y que promueva la biodiversidad.
Sin embargo, para hacer todo esto, es necesario un cambio en las dietas que permita que la tierra regrese a la naturaleza y que permita la adopción generalizada de una agricultura que respete la naturaleza sin aumentar la presión de convertir áreas naturales en áreas agrícolas.
Cuanto más se pone en práctica la primera acción, mediante cambios en la dieta, más posibilidades se crean para la segunda y tercera acción.
El sistema alimentario actual es un arma de doble filo, creado especialmente en las últimas décadas del paradigma de los «alimentos baratos», para producir más alimentos, más rápido y a menores costos, sin tener en cuenta los costos ocultos para la biodiversidad y sus beneficios esenciales. funciones para la vida y para nuestra salud.
Por eso necesitamos urgentemente reformar la forma en que producimos y consumimos alimentos.
La biodiversidad agrícola no puede existir si no actuamos sobre la biodiversidad alimentaria.
Entre otras cosas, la biodiversidad alimentaria, entendida como la biodiversidad de las plantas, animales y otros organismos que componen nuestros alimentos, contribuye de múltiples formas a una dieta sana y diversificada.
En este sentido, los estudios sobre la composición de los alimentos destacan que el contenido de nutrientes (macro y micronutrientes) puede variar muy marcadamente tanto de una especie a otra como entre cultivares de una misma especie. En particular, las variedades silvestres suelen ser más nutritivas que las domésticas.
Además, hay que reiterar que las especies endémicas o autóctonas se adaptan mejor a las condiciones ambientales del territorio y, por tanto, suelen necesitar menos insumos externos, como agua o productos fitosanitarios, que no son una panacea para nuestra salud y, sobre todo, no son para los agricultores.
Además, para defenderse del estrés ambiental como las altas temperaturas, la sequía y las heladas, que provocan la producción de radicales libres que pueden dañar su ADN, las plantas implementan mecanismos de resistencia que activan la producción de moléculas con propiedades antioxidantes.
Por ello es necesario implementar sistemas agroecológicos que contribuyan al consumo de especies vegetales autóctonas que, como tales, han desarrollado defensas frente a condiciones ambientales o agentes externos, aumentando también el contenido de sustancias protectoras en nuestra dieta, como los terpenos, y muy importantes. moléculas como los carotenoides y la vitamina E, compuestos fenólicos como los flavonoides, alcaloides y compuestos a base de nitrógeno y azufre que ejercen una acción antioxidante muy eficaz.
Por ejemplo, el consumo prolongado de polifenoles puede ayudar a reducir el riesgo de cáncer, trastornos cardiovasculares, diabetes, osteoporosis y enfermedades neurodegenerativas, protegiendo al organismo del daño que los radicales libres causan al ADN.
Lo dicho sobre las verduras también se aplica a los alimentos de origen animal: los valores nutricionales varían significativamente de una especie a otra. Por ejemplo, algunos tipos de pescado autóctono son una fuente importante de proteínas y contienen más vitaminas y sales minerales como hierro y zinc que las especies comerciales.
No en vano la llamada Estrategia Farm to Fork de la Unión Europea vincula indisolublemente los dos momentos del sistema agroalimentario: las empresas agrícolas (Farm), con la necesidad de aumentar la biodiversidad agrícola a través de sistemas agroecológicos, y la consumidor final (Tenedor = tenedor) que debe incrementar la biodiversidad de su dieta.
La combinación de biodiversidad alimentaria y biodiversidad agrícola es la única manera de hacer que las personas y el planeta vivan mejor, desempolvando la famosa frase: mens sana in corpore sano («mente sana en cuerpo sano»), frase latina extraída de un párrafo de Sátiras de Juvenal. En definitiva, existe una perfecta sincronía (y lógica) que une indisolublemente la salud de la especie humana con la del ecosistema planetario; No podemos regular uno sin intervenir en el otro y viceversa.
Sin embargo, las presiones de los grandes grupos de intereses económicos y de los lobbies del poder tienden a «distraer» a la población y a la política de estos objetivos y es aquí donde debemos intervenir para poner en marcha una campaña de información masiva en las escuelas y las familias, con el fin de proporcionar a la población de «anticuerpos» necesarios para evitar ser «infectados» por los sistemas de distracción masiva tan utilizados por los medios de comunicación y por cierto tipo de periodismo militante.
Para ello es necesario «armar» a las asociaciones de consumidores, a las organizaciones comerciales y medioambientales y a los técnicos del sector para que vayamos a las «periferias» de la sensibilización y la conciencia. Necesitamos llegar a las personas y, sobre todo, a los jóvenes, para crear una nueva conciencia de la complejidad del sistema Vida.
Sin esta acción, la biodiversidad planetaria, indisolublemente ligada a la biodiversidad agroalimentaria, está destinada a arrastrarnos hacia un mundo cada vez más pobre y poblado por personas más pobres.

Guido Bissanti




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