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No es una cuestión de transgénicos sino de civilización

No es una cuestión de transgénicos sino de civilización

Con la publicación en el GURI del texto del decreto-ley de 14 de abril de 2023, n. 39 coordinado con la ley de conversión del 13 de junio de 2023, n. 68 que contiene: «Disposiciones urgentes para la lucha contra la escasez de agua y para el fortalecimiento y adaptación de las infraestructuras hídricas», el estado italiano, en el artículo 9 bis, dicta las disposiciones urgentes sobre genética agrícola.
Esto permite «autorizar la liberación deliberada al medio ambiente de organismos producidos con técnicas de edición genómica mediante mutagénesis o cisgénesis sitodirigida con fines experimentales y científicos…».
Para entender de lo que estamos hablando, que siempre es muy delicado cuando se entra en lo científico no al alcance de todos, la edición del genoma implica modificar el ADN de organismos vivos como plantas, animales y humanos.
Recordemos que los agricultores han estado alterando los genes de las plantas durante años para desarrollar nuevas y mejores variedades, pero los recientes avances tecnológicos han hecho posible editar el genoma de un organismo de forma más rápida, precisa y, según los defensores de esta tecnología, más barata del mercado.
Independientemente de cuáles sean las herramientas tecnológicas para llevar a cabo esta “reescritura” del ADN, la cuestión debe abordarse no tanto desde un punto de vista científico y por tanto tecnológico, sino desde uno ético y social.
Recordamos que la agricultura existe como una actividad íntimamente relacionada con las actividades humanas, con las culturas generadas por esta experiencia, con los vínculos entre ésta y la evolución del conocimiento, con la reciprocidad entre la evolución de los sistemas agrícolas y los sistemas sociales.
La agricultura es la matriz de esa ecología social que es la base de las civilizaciones, tanto es así que en 1996, la expresión Soberanía Alimentaria fue acuñada por los miembros de la Vía Campesina, posteriormente adoptada por varios organismos internacionales, entre ellos el Banco Mundial y la United .
Entre otras cosas, en 2007, la Declaración de Nyéléni proporcionó una definición que fue adoptada por ochenta países; en 2011 fue refinado aún más por los estados europeos. A partir de 2020, al menos siete países han integrado la soberanía alimentaria en sus constituciones y legislaciones.
Recordamos que la soberanía alimentaria es un concepto que hace referencia al derecho de los pueblos y comunidades a tener pleno control sobre su sistema alimentario. Es una visión alternativa y contrastante con el enfoque dominante de la agricultura industrial y el comercio mundial de alimentos.
Pues bien, como se ha dicho, más allá de los aspectos estrictamente científicos y por tanto tecnológicos, la posibilidad de trasladar la interacción genética desde el conocimiento de los sistemas sociales rurales a los poseedores de tecnologías muy costosas y complejas crea un problema que va mucho más allá del simple aspecto: si o no es correcto manipular el ADN de forma no natural, esta también es una pregunta que necesita ser analizada en su totalidad.
La cuestión es que este proceso interrumpe abruptamente un proceso antropológico que se viene dando desde hace por lo menos 10.000 años.
Ese camino que ha permitido, con paulatina y consecuente profundización, el desarrollo y creación de una riqueza animal y vegetal de increíbles razas y variedades.
Esa variabilidad genética que ha hecho posible adaptar la producción y los arreglos de producción a ecosistemas individuales y, a menudo, a microecosistemas y microclimas únicos.
Aquel proceso que ha generado conocimientos agrícolas, de los cuales se derivan culturas, artes, civilizaciones, etc.; otra biodiversidad sociológica que representa la verdadera riqueza y estabilidad social de nuestro planeta.
Esta riqueza también ha permitido compartir el conocimiento, sus relaciones con el ecosistema circundante y la creación de culturas y experiencias compartidas.
La edición del genoma, como cualquier otra forma de intervención desvinculada de estos mecanismos, representa procesos desvinculados de esta ecología social, activando y promoviendo sistemas monopólicos en manos de unas pocas entidades financieramente fuertes y dominantes en la ciencia social y antropológica del mundo.

En este sentido, recordemos que las plantas, los animales y cualquier ser vivo nunca son una unidad aislada en el ecosistema; su vida es el resultado de múltiples interacciones e intercambios de información con organismos igualmente múltiples.
Una función de resistencia hacia una enfermedad de las plantas, o hacia un estado de estrés, son el resultado de innumerables intercambios de información, y estos procesos son la base del nacimiento paulatino de especies, variedades y razas.
En pocas palabras, son los ADN los que interactúan entre sí y no las porciones simples que dan respuestas inequívocas y simplistas.
La gran riqueza de la biodiversidad agrícola italiana y mundial es solo el resultado de un reordenamiento genético lento y gradual, el resultado de períodos muy largos y la retroalimentación termodinámica de los ecosistemas naturales y agrícolas.
Todo esto ha generado, de manera relacionada, civilizaciones, culturas, conocimientos, valores humanos.
Como es habitual, quienes se oponen a esta «innovación» son vistos como retrógrados o, peor aún, como ignorantes.
La cuestión es muy diferente: es una visión de la Vida.
Esta visión de la Vida no es filosofía abstracta; es una enseñanza que nos llega de los ecosistemas y su modelo de evolución.
De hecho, uno de los principales mecanismos que impulsan la evolución de los ecosistemas es la selección natural, que es el proceso por el cual los organismos mejor adaptados a su entorno tienen más probabilidades de sobrevivir y reproducirse, transmitiendo sus rasgos de adaptación a la siguiente generación.
Además de la selección natural, otros mecanismos que afectan la evolución de los ecosistemas incluyen la deriva genética, la migración y la mutación. La deriva genética ocurre cuando las frecuencias alélicas varían aleatoriamente en las poblaciones a lo largo del tiempo, especialmente en poblaciones pequeñas. La migración, por otro lado, conduce a la introgresión de nuevos genes en una población a través del movimiento de individuos de un área a otra. La mutación es el proceso aleatorio mediante el cual se forman nuevas variantes genéticas (mutaciones) en el ADN de los organismos.
Está claro que los ecosistemas están formados por una compleja red de interacciones entre los organismos vivos y su entorno físico. La evolución de los ecosistemas también puede verse influenciada por factores abióticos, como el cambio climático, la disponibilidad de recursos y la geología del área. Estos factores pueden afectar la supervivencia y la capacidad reproductiva de los organismos, creando presiones selectivas que dan forma a la evolución del ecosistema a lo largo del tiempo.
En resumen, la evolución de los ecosistemas está impulsada por una combinación de selección natural, deriva genética, migración, mutación e interacciones complejas entre los organismos y el medio ambiente. Estos mecanismos trabajan juntos para dar forma a la adaptación y diversidad de organismos dentro de los ecosistemas a lo largo del tiempo.
Este complejo proceso evolutivo incluye la presencia humana a tal punto que se puede decir que sin sistemas sociales complejos no puede haber complejidad agrícola.
Hoy lamentablemente todos estamos pagando por la simplificación de los sistemas de cultivo, presumida con la revolución verde de los años 60 del siglo pasado como el progreso necesario para alimentar al mundo.
Los resultados ya son conocidos por todos:
– Aumento de la pobreza de los pueblos;
– Desecación de suelos agrícolas;
– Reducción drástica de la biodiversidad natural y agrícola;
– Aumento exponencial de residuos tóxicos en los alimentos;
– Cambio climático y desastres ambientales.
Todo en apenas medio siglo, que en el lapso de la historia humana es como un segundo en la vida de una persona.
Nos hemos enfermado de tecnología sin entender que la mayor tecnología, con sus códigos éticos, está contenida en la Naturaleza y cada vez que la desautorizamos cortamos con un hacha la base del tronco de la civilización.

Guido Bissanti




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