Un desastre que hay que combatir con diferentes métodos
Un desastre que hay que combatir con diferentes métodos
Italia es, desde un punto de vista hidrogeológico, uno, si no el más frágil, de los países europeos, tanto por su conformación morfológica como por el tipo de cuencas hidrográficas y sus cursos de agua.
Una inestabilidad hidrogeológica que produce una degradación e inestabilidad del suelo con las consiguientes repercusiones en la devastación y destrucción de infraestructuras, edificaciones y en ese fenómeno de pérdida de suelo de tierras agrícolas poco atendido también desde un punto de vista económico.
Un fenómeno que los eventos meteóricos vinculados, muy probablemente, al cambio climático están poniendo de manifiesto en toda su proporción y gravedad.
Como cada año, la temporada de lluvias trae cada vez más protagonismo a este fenómeno sin que se comprenda la magnitud del problema y sus posibles soluciones a nivel político.
Una cuestión muy compleja pero que en el fondo surge de una manipulación antrópica del territorio que ya hace tiempo que supera el nivel de sostenibilidad y que, año tras año, se ha agudizado.
Según el reciente informe ISPRA de 2022, los datos son sumamente alarmantes e involucran, aunque con distintas particularidades, a todo el territorio nacional.
Y como cada año, se abre un debate más o menos virtuoso sobre posibles remedios sin que luego, tras el período de otoño e invierno, se hayan puesto en marcha soluciones concretas.
El propio PNRR, con sus 6 misiones (basta con mirarlo con más atención) no se sitúa concretamente frente a este fenómeno que corre el riesgo de ser, además y quizás más a la energía y la lucha contra el cambio climático, el más grave. y, por desgracia, menos abordado.
En el contexto de este fenómeno que, repetimos, es muy complejo y no se puede simplificar tan fácilmente, está la cuestión del sistema agrícola nacional, con sus criticidades y sus importantes disfunciones.
Un sistema agrícola que, engañado por una PAC insensible y una política de fondos estructurales igualmente miope (ver PSR), ve los suelos agrícolas cada vez más sometidos a presiones antropogénicas y eventos climáticos que están generando un efecto dominó sin precedentes.
La inestabilidad hidrogeológica y la pérdida de suelo, sin contar los datos oficiales (también del ISPRA) de absoluta preocupación, nos dicen que ya no vamos por ese camino.
También porque la solución muchas veces hipotetizada para la disposición de terraplenes, diques, presas, etc. no es, al menos, el único y, quizás, el más importante.
Necesitamos una política concreta, y por lo tanto inversiones, con respecto a las superficies naturales pero sobre todo las áreas agrícolas. Baste decir que la superficie agrícola utilizada (SAU) italiana, equivalente a 12.598.161 Ha, representa aproximadamente el 41,8% de toda la superficie nacional.
Este dato nos dice que es aquí donde se debe actuar de manera prioritaria (sin dejar pasar la información de que no se debe intervenir en otro lugar).
Se necesitan intervenciones a favor de las explotaciones individuales, pero también de aquellas tierras de propiedad privada que ahora se abandonan cada vez más debido a los inconvenientes económicos.
Necesitamos un plan nacional, y aquí solo el PNRR o un fondo especial se puede adaptar a esta función.
Las parcelas individuales deben ser objeto de inversiones no reembolsables para las siguientes intervenciones:
– Ordenamiento territorial para la mejor regulación del agua de lluvia;
– Intervenciones en la cobertura del suelo con sistemas arbóreos y arbustivos para reducir el impacto de las lluvias y aumentar los tiempos de escorrentía;
– Implementación de técnicas agroecológicas (y en Sicilia tenemos la ley 21/2021 que ya regula las intervenciones en este sentido) para aumentar la biodiversidad de cultivos de los sistemas de producción;
– Cualquier otra técnica que disminuya el consumo de suelo y su pérdida.
Evidentemente, al igual que sucedió con el ecobono, se deben poner en marcha procedimientos similares pero ciertamente más ágiles y que vean a todos los ciudadanos individuales, con las explotaciones en primer plano, es decir, aquellos que obtienen ingresos directos, como principales destinatarios.
Entre otras cosas, en un momento de aumento de los precios de los combustibles agrícolas y el valor de los medios de procesamiento, esta línea representaría una solución adecuada y legítima.
Esta acción, repetimos, no puede considerarse exhaustiva pero restaurar gran parte del tejido agrícola nacional supondría esa sinergia y convergencia con el Green Deal (y en particular con la estrategia Farm to Fork) que puede tener repercusiones de gran impacto ecológico, económico y, por último, pero no menos importante, la seguridad de la población.
Estamos en una nueva temporada política; aquí vemos la verdadera identidad de una derecha o una izquierda que, más allá de sus fachadas ahora vacías, deben llenarse de contenidos concretos.
Proponemos y… esperamos.
Guido Bissanti