Tomando prestada la «tecnología» de la naturaleza
Tomando prestada la «tecnología» de la naturaleza
Ante las crecientes exigencias que surgen de la evidente necesidad de cambiar el actual modelo productivo agrícola, nos vemos en la obligación de emprender nuevos caminos y nuevos caminos.
Los datos derivados de las interferencias provocadas por el actual modelo agrícola no se prestan a ninguna duda: pérdida de suelo, disminución de la fertilidad del mismo (biodiversidad, materia orgánica, salinización, etc.) pérdida de biodiversidad de flora y fauna, etc. , son elementos que, puestos en correlación, representan un cuadro sumamente alarmante.
De fondo, el escenario evidente de un planeta que en el espacio de algunas décadas corre el riesgo de no tener más disponible esa matriz (la naturaleza) que ha permitido, durante más de diez mil años, producir alimentos y producirlos, hasta cierto punto, sin afectarlo.
El uso de los llamados pesticidas o pesticidas (insecticidas, herbicidas, etc.) combinado con la necesidad cada vez mayor de fertilizantes sintéticos, muchos de los cuales se derivan de recursos no renovables, plantea no solo un problema ecológico sino también energético. Tanto es así que es más correcto entender que ecología y modelo energético son uno.
A ello hay que añadir entonces la creciente necesidad de tecnología, energía (combustibles, electricidad, etc.) que, de hecho, al generar un modelo productivo abierto (en un sentido estrictamente termodinámico) disminuyen paulatinamente su rendimiento y por tanto su eficiencia.
La ecología es, de hecho, un modelo energético complejo en el que cada organismo (sistema biótico) y cada lugar (sistema abiótico) constituyen esa matriz que, alimentada en gran parte por la energía solar, permite convertir la energía disponible (térmica, química, etc.) en energía biológica (productos agrícolas, seres vivos, materia orgánica, etc.) y en otras formas residuales, incluyendo una tasa irrecuperable (entropía).
Todo este complejo sistema (o máquina termodinámica) se engloba bajo el término de Sistema Disipativo sobre el que se han hecho grandes aportes a su comprensión en los últimos años por parte de investigadores y científicos de la talla de Ilya Prigogine (1917-2003), Premio Nobel de Química en 1977, quien con sus obras y publicaciones ha abierto nuevos escenarios sobre la ecología, aún poco comprendida y desarrollada en sus implicaciones prácticas. Entre todos recordamos la obra: «Estructuras disipativas. Autoorganización de los sistemas termodinámicos en no equilibrio” de 1982, que es en realidad un tratado sobre la dinámica de los ecosistemas, estructuras disipativas por excelencia.
A Ilya Prigogine hay que sumar entonces otros nombres excelentes como: el matemático Henri Poincaré (1854-1912) pionero de la ciencia de la complejidad, y posteriormente todos los demás como sobre todo: Jacques Solomon Hadamard (1865-1963), Aleksandr Michajlovič Ljapunov (1857-1918), Erwin Rudolf Josef Alexander Schrödinger (1887-1961) y otros que, en pocas palabras, nos hicieron comprender cuánto nuestro mundo tangible es un sistema complejo y totalmente interconectado.
Ilya Prigogine es ciertamente, entre todos, quien extrajo de él, en lo que se refiere al sector del que hablamos, a saber, la ecología y la productividad agrícolas, las mayores especulaciones en su «Epistemología de la complejidad» que sanciona efectivamente el fin de esa Filosófica, cultural , así como el reduccionismo científico y tecnológico que, con sus repercusiones prácticas, ha alienado a los seres que lo han practicado (los humanos) del resto del sistema que, en cambio, se mueve, como bien representado por los citados científicos, sobre planos y completamente criterios diferentes.
Desafortunadamente, el enfoque tecnológico actual todavía tiende a resolver el problema de la producción (tanto en la agricultura como en otros sectores) con el principio de la Navaja de Occam, ampliando aún más la brecha entre el mundo de los Humanos y el de la Naturaleza.
Expliquemos mejor este concepto, que luego remite directamente al título de esta contribución.
Para resolver la cuestión de los modelos sociales y por tanto también productivos (en todos los sectores) no debemos ir hacia una exasperación tecnológica, como si ésta fuera la única solución, sino hacia esa mutación de los principios de la Naturaleza que, de hecho, es una forma «tecnológica» diferente que se encuentra en un plano más complejo y que es «tan antigua como las montañas».
Nadie quiere proponer o re-proponer retornos al pasado, de hecho lo que tenemos que contemplar es una profundización de esta Epistemología de la complejidad sin cuya aplicación la brecha entre el sistema Humano y el sistema de la Naturaleza tenderá a aumentar hasta romper ese débil vínculo que todavía nos mantiene en pie.
Desgraciadamente el escenario, las propuestas, las políticas y la programación a muchos niveles (desde el europeo hasta el nacional) contienen un lenguaje todavía demasiado basado en los criterios del Reduccionismo y no en los de la Complejidad.
Baste decir que el Plan Estratégico Nacional de Mipaaf (https://www.reterurale.it/PAC_2023_27/PianoStrategicoNazionale), que tiene como objetivo difundir las nuevas tecnologías promoviendo una mayor integración entre los grupos de consultoría, formación, información y operativos para la innovación, contiene estos principios aunque esté aderezado aquí y allá con buenas intenciones.
El mismo análisis FODA (Método de análisis para verificar las fortalezas de un plan o proyecto) del Plan Estratégico Nacional analiza en detalle:
– garantizar un ingreso justo;
– aumentar la competitividad;
– reequilibrar la cadena de suministro;
– luchar contra el cambio climático;
– Proteger el medio ambiente;
– preservar los paisajes y la biodiversidad;
– apoyar el relevo generacional;
– revitalizar las zonas rurales;
– proteger la salud y la calidad de los alimentos;
– sistema de conocimiento y digitalización.
Dejando de lado los insights que aún puedes encontrar aquí: (https://www.reterurale.it/PAC_2023_27/SWOT) lo hace, sin embargo, con un enfoque típico de la navaja de Occam. Desmontar el sistema en varias piezas sin mirarlo, con demasiada frecuencia, en su complejidad.
De fondo, sin embargo, nos reconforta una serie de insights e investigaciones basadas en meta-análisis y, sobre todo, la Estrategia Farm to Fork y la de Biodiversidad, que suponen la apertura de un nuevo lenguaje que no sólo analiza lo erróneo efectos de nuestra forma de concebir la realidad (producir no es sólo un acto tecnológico sino ante todo un acto filosófico y cultural) pero sobre todo los posibles escenarios alternativos.
Baste decir que hace unos años (2014) unos investigadores de la Universidad de California en Berkeley publicaron en «Proceedings of the Royal Society B», un metaanálisis (basado en 152 estudios) que demostraba que los cultivos que no utilizan Los pesticidas y fertilizantes sintéticos rinden un 19,2 por ciento menos que los fertilizantes convencionales, una diferencia menor en el rendimiento, mucho menor que las indicadas a menudo en la literatura.
Además, esta investigación destacó cómo el manejo cuidadoso de prácticas agrícolas apropiadas podría reducir aún más esta brecha hasta el punto de casi anularla.
En esta dirección, otros estudios como el realizado por un equipo de investigadores de varios Institutos como: la Universidad de West Virginia, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, la Universidad de Alaska Fairbanks, la Universidad de Minnesota y la Universidad de Western Sydney, investigaciones publicadas en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, incluso han destacado cómo en cambio: La pérdida de biodiversidad reduce la productividad de las plantas restantes.
Sin reportar aquí las innumerables publicaciones que en última instancia contemplan un enfoque basado en la «Epistemología de la complejidad» para resolver el vacío creado por nosotros, es evidente que la verdadera y gran innovación «tecnológica» no es la propuesta por los titulares de las patentes. saber tecnológico sino el de profundizar en el conocimiento del “Sistema Naturaleza” cuyo potencial energético (y por tanto también productivo) es muy superior al de la tecnología muchas veces reduccionista.
Sin demonizar por tanto la tecnología (que debe ser utilizada sin exceder su utilidad) es evidente que el centro de la cuestión es el de la necesidad de tomar prestado y por lo tanto tomar prestado el modelo disipativo de los Ecosistemas (energéticamente los más eficientes y por lo tanto de mayor productividad primaria). ) traduciéndola en un nuevo modelo agrícola que, por ahora, surge en los albores de este nuevo mundo, con sus primeros rayos de luz, y que toma el nombre de Agroecología.
La agroecología es la verdadera transición tecnológica pero no en el sentido reduccionista del término, que tiende a exacerbar el aporte mecanicista, sino en el sentido de implementar los mismos criterios de complejidad y reciprocidad utilizados por la Naturaleza en el modelo productivo.
Obviamente, la agroecología no se detiene solo en el modo de producir sino que incluye el consecuente tejido social y ecológico que genera: compartir, sistemas de distribución, conexiones, insumos externos, etc.
Aquí, también, los detractores de esta disciplina (todavía muy poco conocida y por lo tanto mal interpretada) la evalúan a partir de visiones reduccionistas y por tanto sin el enfoque correcto y, por tanto, haciendo análisis de mérito incorrectos.
Para hacer esta verdadera «Conversión Ecológica» se necesita un enfoque diferente de la Investigación (con fondos públicos dedicados), se necesita un diálogo entre las partes (agricultores, consumidores, técnicos, etc.) y esa nueva visión ya escrita en el siglo es durado por eminentes científicos pero desconocido para la mayoría y, por lo tanto, aún no entrado en los engranajes de la cultura y la política.
Se trata la naturaleza en su complejidad y no sustituyéndola ni analizándola por partes. Sin este enfoque, no podemos avanzar hacia el futuro y no podemos construir una nueva civilización ecológica.