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Del PNRR a hacer hay política

Del PNRR a hacer hay política

Los acontecimientos de los últimos tiempos, también marcados por la pandemia del COVID-19, son solo la punta del iceberg generado por la aproximación ideológica de ese pensamiento ilustrado que, si bien factor de redención de muchas de las tinieblas de la historia, acabó creando un clara separación entre las reglas humanas y los principios de la naturaleza.
Una dicotomía que ha generado un pensamiento, y por tanto una política, carente de lo que podemos llamar los Códigos de la Naturaleza.
Códigos que representan las vías por las que se mueve la ética, la economía, el bienestar humano.
Códigos que ninguna ideología de cualquier época y lugar de este planeta podrá jamás ignorar.
Este Iceberg es de la misma naturaleza que aquel sobre el que se estrelló el Titanic, con toda su arrogancia, presunción, condenando tanto a la tripulación como a los pasajeros, a los gobernantes de los barcos y a los viajeros.
Un barco que se ha hundido porque la Madre Naturaleza es generosa con los recursos pero no perdona a quienes se desvían de él.
La política, durante demasiado tiempo, ha hablado un lenguaje inadecuado, adopta criterios que ven en un modelo capitalista colonialista la causa real de un mundo de dos colores y dos velocidades.
La de los colonizadores y la de los colonizados. El de los usurpadores de los recursos y la dignidad humana y el de la devastación de los territorios y la pobreza.
La pandemia de COVID-19 es solo la pequeña luz roja que se ha encendido en el tablero del planeta Tierra.
Una alarma ya visible desde hace algún tiempo; de hecho nos enfrentamos a una emergencia global: basta pensar que en el mundo, 902 millones de personas viven en condiciones de pobreza extrema. Para dar una idea, baste decir que se trata de unas quince veces la población italiana.
Si luego analizamos la situación italiana, según Istat, 5 millones de personas se encuentran en esta condición, o 1,8 millones de familias, el 8,3% de la población residente. Prácticamente 1 de cada 12 personas.
Pero este es un crescendo preocupante y demasiado subestimado:
– en 2005, cerca de 2 millones de personas se encontraban en esta condición, o el 3,3% de la población. Entre 2011 y 2013 el aumento más dramático: en solo tres años la pobreza absoluta pasó del 4,4 al 7,3% de la población. En 2017 se alcanzó esta cifra del 8,3%;
– la mayoría de los que viven en condiciones de pobreza absoluta residen en el Sur. Son el 56,1% del total.
Pero el empobrecimiento no concierne solo al aspecto social; el empobrecimiento, que en algunos aspectos es mucho más preocupante, afecta a los recursos del territorio; ese patrimonio natural, agrícola, de especies, biodiversidad, hábitat y sistemas ecológicos, que están muy cerca de romper el equilibrio.
En este sentido, analizando solo los aspectos nacionales, los datos son más que alarmantes. En este sentido, la propia Comisión Europea ha tenido que admitir no solo el fracaso total, en los últimos veinte años, de todos los objetivos de protección de la biodiversidad, sino también un empeoramiento del statu quo.
Una deriva provocada por un concepto económico sobre el que se han desarrollado la industria, la agricultura moderna, los servicios, el transporte, la producción de energía, etc. un modelo socioeconómico en gran conflicto con las necesidades de la Naturaleza que se basa y se mueve en principios completamente diferentes.
Por tanto, no podemos resolver la cuestión del Sur si no revisamos por completo el modelo político y, por tanto, económico sobre el que pivotar.
No podemos aprovechar este PNRR si no revisamos totalmente los criterios con los que esta enorme masa de dinero (que en gran parte no es una subvención) se utilizará para crear modelos de desarrollo que visten el hábito de la Transición Ecológica pero que en realidad son una carrocería nueva sobre un chasis viejo y gastado.
Este es el caso para repasar la frase de A. Einstein: «No podemos resolver problemas con el mismo tipo de pensamiento que usamos cuando los creamos».
La política debe volver a partir de las microeconomías, de las correctas relaciones entre ellas y los territorios, de un modelo de economía circular muy elogiado pero que de hecho no se aplica en absoluto.
Varios economistas han expresado su opinión sobre este tema, entre todos Ernst Friedrich Schumacher (Bonn, 16 de agosto de 1911 – Suiza, 4 de septiembre de 1977), fue un economista, filósofo y escritor alemán, que con una de sus obras «Small Is Beautiful«se encuentra entre los 100 libros más influyentes publicados después de la Segunda Guerra Mundial. En este trabajo Schumacher trastoca las teorías neoliberales de la época, proponiendo un modelo económico que, para ser sostenible y eco-sostenible, debe basarse en modelos microeconómicos y allanar el camino a la Economía Circular.

En cambio estamos asistiendo a una reiteración de ese colonialismo capitalista que hoy se manifiesta, por ejemplo, con grandes sistemas fotovoltaicos que expulsan a los agricultores de sus tierras, en contraste con las mismas indicaciones contenidas en el Marco UE 2030, sobre la generación de energía renovable distribuida, y desconociendo por completo los criterios de programación transversal de la Agenda 2030.
Estamos contrastando la producción de alimentos con la producción de energía, con las consiguientes repercusiones sociológicas y económicas, poniendo en marcha un mecanismo que hará no solo al sur más colonizado sino a todos más pobres.
Hoy las tierras se están quemando, el sur está ardiendo y no es algo que no esperábamos; estaba en las cosas. Las zonas del interior están cada vez más vacías y las zonas rurales cada vez más desiertas de personas y naturaleza.
Estamos esterilizando la matriz (biodiversidad) de la Vida y luego escuchamos que para revivir el sur, o una parte del sur, necesitamos el puente sobre el estrecho.
¿Pero para hacer qué? Poner el sur y el norte aún más en competencia (ya que el sur carece de una red de conexiones esenciales).
Un puente construido en este desierto solo hace una cosa: hace que nuestros jóvenes, nuestros niños, migren cada vez más lejos de sus raíces a gran velocidad.
El PNRR sólo puede producir su efecto si se piensa en la reconstrucción de un tejido territorial pero no en términos de mercados y grandes intercambios comerciales, según la visión colonialista. El PNRR puede tener sentido si cada uno recibe esas direcciones (que no son solo monetarias) y esas facilidades que lo convierten en el protagonista de sí mismo y el artífice de la reconstrucción de su territorio.
En Sicilia llevamos algún tiempo trabajando en esta dirección; Solo te daré algunos elementos útiles para el tema.
Después de unos años de trabajo, un grupo organizado de personas logró promulgar la Ley de Agroecología (primera en Europa); una ley que deberá iniciar una conversión gradual de la producción agrícola para proteger a los ciudadanos y la naturaleza.
En julio de 2021, el mismo grupo de trabajo que propició la promulgación de esta ley, elaboró ​​un Plan de Energía Rural para asegurar que los agricultores individuales sean los protagonistas de la Transición Ecológica y no las multinacionales que dejarán además de migajas de sus ganancias un devastado territorio tanto desde el punto de vista ecológico como social.
Los ejemplos nos dicen que la única forma de darle equidad territorial a nuestro país (que se aplica a las políticas de todos los países del mundo) es que necesitamos salir de ese sistema colonialista capitalista que, desde hace más de cien años, tiene colocó al capital y sus intereses por encima de todo, como una capucha que impide que la política sea tal, encerrándolo en las jaulas de las eficiencias financieras y las deficiencias sociales y ecológicas.
Aquí encaja perfectamente la frase atribuida a Toro Sentado: «Cuando hayan contaminado el último río, talado el último árbol, atrapado el último bisonte, atrapado el último pez, sólo entonces se darán cuenta de que no pueden comerse el dinero acumulado en su bancos «.
No es tanto como se gastará en el norte y en el sur, que por su constitucionalidad debe ser igual para todos los ciudadanos.
En los últimos meses hemos sido testigos de esta dialéctica estéril, con frases como «arrebatar al sur» y cosas así. Lamentamos que el debate se haya aplanado solo en este aspecto, aunque importante.
Aquí la prioridad, sujeta a las condiciones de equidad, es cambiar las reglas del juego. Si no resolvemos esta ecuación, el PNRR no servirá si no para aumentar la brecha entre el norte y el sur y para humillar aún más a la humanidad y la naturaleza.

Guido Bissanti




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