Aloína
Aloína
La aloína (o barbaloína) es una sustancia de origen vegetal con una fórmula bruta o molecular: C21H22O9.
Desde un punto de vista químico, la aloína es un glucósido de antraquinona, lo que significa que su esqueleto de antraquinona se ha modificado añadiendo una molécula de azúcar. La emodina de aloe es la aglicona de la aloína.
La aloína es un compuesto orgánico amargo, de color amarillo-marrón, presente en el parénquima de al menos 68 especies de plantas suculentas, todas pertenecientes al género Aloe.
La aloína que se extrae de las plantas está compuesta por una mezcla de dos diastereómeros, denominados aloína A (o barbaloína) y aloína B (o isobarbaloína), con propiedades químicas muy similares.
La aloína tiene una acción desintoxicante, antibiótica y anticancerígena, además de laxante.
Parte de las propiedades del jugo de Aloe se deben a la aloína.
Plinio el Viejo también describió los usos terapéuticos del jugo de aloe para tratar heridas, dolencias estomacales, estreñimiento, picaduras de insectos y problemas bucales.
De hecho, los antiguos romanos explotaban el aloe por sus propiedades curativas: se usaba en forma de bálsamo para el tratamiento de las heridas de guerra de los soldados. Durante la Edad Media y el Renacimiento el uso medicinal del aloe se extendió por Europa, y su uso con fines curativos también fue introducido en el Nuevo Mundo, quizás por los misioneros españoles. A partir de ese momento el cultivo de la planta se extendió primero en el Caribe y luego en México y Sudamérica.
Debemos llegar a 1851 cuando dos investigadores ingleses, Smith y Stenhouse, aislaron la aloína, mientras que en 1935 Creston Collins y su hijo revelaron en un informe que luego se hizo famoso, el posible uso del aloe para tratar los devastadores efectos de la radiación.
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