Un mundo ecosostenible
Al futuro

Naturoceno – El único camino a la humanidad

Naturoceno – El único camino a la humanidad

La geocronología nos ha enseñado a dividir la edad del planeta Tierra en eras geológicas.
Una era representa el tiempo transcurrido durante la formación de las rocas que componen el correspondiente heratema *. Según los geólogos, la era en la que vivimos es la del Cuaternario (o Neozoico) que es el período geológico más reciente y tercero y último de los tres períodos que componen la era geológica del Cenozoico.
Según la escuela ortodoxa, una era es, por tanto, ese período histórico de la tierra, de millones de años, que caracteriza, por decirlo brevemente, las formaciones rocosas y las interacciones entre éstas y las formas de vida que progresan en el ínterin. .
Luego, en un período entre 250.000 y 200.000 años, apareció el Hombre, es decir, esa criatura, tal como la conocemos hoy, dotada de características anatómicas idénticas al hombre de hoy y de una cultura artística y espiritual.
Las características y la historia de la humanidad han visto, con el lento avance de la historia, las culturas, las filosofías y los descubrimientos científicos, una incidencia progresiva de esta criatura en el equilibrio del planeta, tanto es así que el biólogo Eugene F. Stoermer para adoptar el término de Antropoceno; término adoptado en 2000 por el Premio Nobel de Química Paul Crutzen y por el propio Stoermer en una nota que apareció en un boletín.
Aquí notamos la primera diferencia sustancial: las épocas hasta ahora hipotetizadas y estudiadas se basaron principalmente en factores geológicos; el antropoceno en factores principalmente biológicos.
Es como si, en pocas palabras, el Planeta, desde el momento de la aparición del primer Hombre, hubiera iniciado un proceso lento, pero cada vez más rápido, de interferencias y conexiones hasta nuestros días.
Sin reiterar aquí todas las emergencias y desequilibrios que la «civilización» humana ha generado para el planeta y por tanto para ella misma, podemos ver, sin sombra de duda, que no vamos en esta dirección y no podemos ir a ninguna parte.
Estimaciones basadas en proyecciones de algoritmos complejos no dan mucho crédito al futuro de la humanidad si ésta, con decisiones difíciles y comportamientos consecuentes, no cambia de dirección con diligente preocupación.
Aquí, en detrimento de cualquier posible especulación partidista (ver grandes intereses económicos y de poder), el rumbo y el camino a seguir no son múltiples sino uno solo: estar en sintonía con las leyes de la Naturaleza.
En este sentido es como si tuviéramos que polarizar las frecuencias de la historia humana con las de la naturaleza en un solo plano, creando, de hecho, una nueva era biogeológica: el Naturoceno.
Una era en la que la dinámica de los dos sistemas se mueve en el mismo plano, ciertamente no devolviendo al planeta al antiguo equilibrio (recuerde que la historia es un proceso evolutivo) sino a una larga fase de estabilidad dinámica.
La novedad sustancial de este aspecto es que las decisiones, las orientaciones, las acciones a adoptar, ya no pueden pertenecer a la política de un solo país o de un Gobernador o grupos de poder: las decisiones se tendrán que tomar (como ya se está haciendo tímidamente entre mil dificultades y presiones) sobre la base de códigos que ya no pertenecen a las ideologías humanas, como fue para bien o para mal, por nombrar una, la Ilustración, sino sobre bases de carácter ecológico y de sociología aplicada a estas.

La actual crisis ideológica está ligada al fin de esa energía que, especialmente en los dos últimos siglos, había determinado las escuelas de pensamiento tanto de Occidente como de Oriente. La derecha y la izquierda histórica, incluso con todas las diferencias, incluso con todas las separaciones necesarias, eran hijos del mismo árbol: el árbol del antropocentrismo materialista.
Un árbol que ha generado una civilización que ha agotado sus energías, sus puntos de vista e incluso sus soluciones.
La civilización actual es incapaz de encontrar soluciones a sí misma: es como si le pidiera a una computadora estructurada sobre el lenguaje matemático de conjuntos y sobre la lógica de las proposiciones (fundamento del lenguaje matemático moderno) que comience a «procesar» cambiando su lenguaje; es imposible.
El futuro, por tanto, pertenece a quienes ya saben interpretar la lógica de la Naturaleza adoptando criterios sociales y políticos adecuados.
Una Naturaleza que quiere ser conocida para transmitir su gran Sabiduría y Sabiduría a la humanidad.
Una naturaleza basada en un lenguaje completamente diferente a las lógicas económicas y políticas establecidas en los últimos tiempos.
Políticas y lógicas económicas constantemente infructuosas porque, hasta donde hemos llegado, la interferencia del Antropoceno es tan fuerte que no permite soluciones por caminos antiguos.
Desde la agricultura, la industria, los servicios, las relaciones sociales, no hay nada en lo que se haya pensado en las últimas décadas que corresponda a los «ritmos» de la Naturaleza.
En los ritmos de la Naturaleza encontramos la verdadera riqueza y el bienestar y las mentiras cada vez más evidentes de que el modelo de vida «industrial y mercantilista» es el único que garantiza el desarrollo social y la riqueza, ya no son suficientes para garantizar y sostener ninguna ideología política.
Palabras como competencia, mercado, eficiencia, etc., adquieren significados y cánones completamente diferentes en los sistemas naturales. Sistemas basados ​​en compartir, compartir, correlación, ayuda mutua; sistemas con un lenguaje matemático completamente diferente a los adoptados por el hombre primitivo del Antropoceno.
Se acabó una época histórica y hay que desconfiar de quienes todavía proponen caminos antiguos o, peor aún, saltar a un futuro impensable donde la Naturaleza no es el centro.
No tenemos mucho tiempo, la historia nos pide puntualmente una decisión y la solución de la ecuación de la vida: una ecuación que no se resolverá con una aceleración tecnológica ni con un futuro mecanicista. Lo desconocido ya está dentro de los cánones de la Naturaleza y cada día que pasa es cada vez más claro y evidente.
Al aplicarlo resolveremos el Teorema de la vida. El Natuorceno, a pesar de las increíbles dificultades y cambios, nos espera.

Guido Bissanti

* Unidad estratigráfica total depositada durante un determinado período de tiempo correspondiente a una época en la escala de tiempo geológico.




Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *