Cómo podar la guinda
Cómo podar la guinda
La guinda, conocida como cerezo ácido, cerezo de Morello (Prunus cerasus L., 1753) es un árbol frutal de la familia de las rosáceas, similar a la cereza dulce (Prunus avium (L.) L., 1755) pero con una sabor decididamente más ácido.
Planta –
Antes de pasar a la técnica de la poda hay que decir que al cerezo amargo le encanta el sol. Por lo tanto, debe colocarse en un área bien soleada y ventilada, evitando fuertes vientos y también sería mejor evitar la exposición al norte.
Las plantas de cerezo negro, de hecho, deben hacerse utilizando grandes distancias entre las hileras y entre planta y planta ya que para crecer y dar buenos frutos deben tener mucho aire y mucha luz disponible.
Además, esta planta no necesita muchos cuidados y crece rápidamente. Se adapta fácilmente a diferentes ambientes, tolerando bien los climas cálidos y secos, así como los inviernos bastante duros. Por lo tanto, se puede cultivar en muchas áreas.
Poda ordinaria –
La planta de guinda es poco exigente incluso en cuanto a tratamientos agronómicos, por lo que requiere una ligera poda, que se realiza en los meses de invierno, al mismo tiempo que requiere el uso de tratamientos fitoiátricos.
En cuanto a la poda, no es una técnica especialmente exigente. En los primeros años tiene la función de dar la forma adecuada al follaje. El primer año, a principios de primavera, basta con pinchar las puntas de las ramas para favorecer su crecimiento. En el segundo y tercer año, debes eliminar todas las ramitas que crecen hacia adentro y dejar solo las que miran hacia afuera. De esta forma, se crea una copa en forma de abanico que permite que el sol y el aire lleguen a todas las ramas. En los años siguientes conviene eliminar también las ramas que apuntan hacia arriba, ya que solo producen hojas y quitan el alimento a las ramas que dan fruto.
Más allá de estas intervenciones, la planta debe podarse lo menos posible, limitándose a podarla cuando esté demasiado llena.
Poda de rejuvenecimiento –
La poda de rejuvenecimiento, por regla general, se produce cuando hay plantas que ya no se rigen desde hace un tiempo o que han sufrido podas cuestionables en años anteriores o, al menos, no acordes con el fin productivo.
Estas plantas pueden recuperar su función productiva y ofrecen la ventaja, frente a la plantación de ejemplares jóvenes, de ser inmediatamente productivas.
Las intervenciones que se realizan se denominan podas de rejuvenecimiento aun cuando no se realizan sobre plantas viejas o senescentes, sino sobre plantas relativamente jóvenes que han estado abandonadas (o maltratadas o mal podadas) durante algunos años.
Sin embargo, debe recordarse que las intervenciones drásticas son riesgosas porque un estrés excesivo puede conducir al deterioro y muerte de la planta o a la pérdida total de la producción. Por lo tanto, es necesario planificar trabajar en las plantas durante tres o cuatro años. La planta seguirá produciendo mientras se restaura su estructura esquelética, lo que facilitará su cuidado más adelante.
El objetivo es devolver a la planta la forma de formación original, muy a menudo la de florero.
Se empieza eliminando las enredaderas que hayan tapado el tallo, como la hiedra o la madreselva, desprendiendo y cortando los brotes del tallo y cuidando de cortar también el tronco por la base.
Posteriormente se eliminan todas las ramas secas, rotas, enfermas y dobladas hacia adentro. Estos cortes prevén la supresión completa de la rama desde su intersección con la rama de la que derivan. Luego se eliminan todos los retoños en la base. Si hay líquenes presentes no se deben raspar, ya que con el roce se favorece la extensión de sus cuerpos reproductores. Para eliminarlos es suficiente, al final de las operaciones de poda, proceder con un tratamiento con sales de cobre o cepillar el tronco con una mezcla de cal y sulfato ferroso.