Ventajas de la asociación de vides y rosales
Ventajas de la asociación de vides y rosales
La asociación entre plantas, ya sean herbáceas, arbóreas o arbustivas, es una técnica bastante antigua pero también una sobre la que se desarrollarán futuras investigaciones.
Muchas técnicas consociativas se pierden en la noche de los tiempos, como las que existen entre la vid y la rosa.
Podemos decir que, en casi todas las zonas con vocación vitivinícola, encontramos rosales colocados entre las hileras o, simplemente, en cabecera de las hileras de vides.
Para los no expertos podría parecer una medida estética y, de hecho, la rosácea confiere a los viñedos, especialmente durante el periodo de floración, un notable valor estético.
Sin embargo, la estética es la última de las razones.
De hecho, la presencia de rosas en los viñedos, sobre todo al principio de las hileras, es una práctica utilizada desde la antigüedad. La rosa, de hecho, tiene una función muy específica: es una centinela, también llamada “planta espía”, capaz de prevenir “enfermedades” en la viña. En comparación con los viñedos, los rosales muestran síntomas de posibles ataques de plantas y fisiopatías, en presencia de parásitos, así como deficiencias minerales derivadas del suelo, antes que las hileras de vides (aproximadamente una semana antes).
Por tanto, cuando encontramos rosales, situados en la cabecera de las hileras, estos tienen la tarea de monitorizar la salud de la hilera, facilitando una rápida intervención por parte del viticultor en el caso de que el cultivo de la vid se vea amenazado por alguna enfermedad.
Esta práctica, antaño mucho más extendida, estuvo a punto de abandonarse porque, con el desarrollo de las técnicas agrícolas y vitivinícolas, la función de la rosa “centinela” ya no parecía necesaria.
Con la llegada de la agroecología y las técnicas asociadas a ella, esta técnica no sólo encuentra una nueva difusión sino que la presencia de las mismas plantas dentro de los viñedos ya no queda relegada a la función centinela (por tanto en cabeza de las hileras) sino en asociación (dentro de las hileras).
Esto se debe a que los efectos consociativos no se limitan sólo a la función de una planta espía sino de una verdadera planta accesoria para el cultivo más óptimo de la vid.
Sabemos de hecho que las rosas son más sensibles que las vides a muchas enfermedades fúngicas, como: Oidium (podredumbre blanca) y Peronospora, de ahí el papel centinela de esta planta, pero las flores de la rosa atraen a la entomofauna, como insectos polinizadores e insectos depredadores de parásitos (como las mariquitas, depredadores de pulgones). Esto ayuda a crear un ecosistema más equilibrado y reduce la necesidad de insecticidas.
Además, esta asociación mejora la biodiversidad vegetal y animal tanto por encima como por debajo del suelo.
La presencia de diferentes especies (como en este caso de rosales y vides) en una misma zona enriquece la microbiota del suelo mejorando la disponibilidad de micro y macro elementos, el servicio de microorganismos y micorrizas asociadas y, en general, hace que el ambiente (por encima y por debajo del suelo) sea menos favorable a la propagación incontrolada de parásitos específicos.
Por último (y no como una función secundaria) la presencia de rosas en los viñedos representa un símbolo de cuidado y atención a la viña y no sólo entra en una tradición vitivinícola local (caracterizándola) sino que también valoriza a las empresas tanto en términos de su marketing como de su atractivo turístico y de usabilidad.
En general, por tanto, la asociación rosa-vid, si se hace con cuidado, da mayor producción y calidad al viñedo (y en el caso de las uvas de mosto a los vinos) y embellece el viñedo, añadiendo valor turístico y cultural, especialmente en zonas vitivinícolas que apuestan por el agroturismo y el enoturismo.
Fuente de la foto: Granja Airone de familia Emanuele Gionfriddo.