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La importancia del consumo local

La importancia del consumo local

Toda la naturaleza se basa en un sistema complejo, pero también con principios lógicos muy simples, que marcan la diversidad, la fragmentación de roles (energéticos, biológicos, etc.) y el reparto del núcleo.
Colocarse fuera de las reglas de la naturaleza es imposible, además de inconveniente. Al igual que las matemáticas, la termodinámica (rama de la física) no es una opinión.
Los ecosistemas, tanto naturales como sociales (y sus correlaciones esenciales) deben basarse no sólo en los tres principios antes mencionados sino que tienden a hacerlo, si no intervienen factores perturbadores (catástrofes naturales, incendios, cambios climáticos bruscos, inundaciones, terremotos, erupciones volcánicas, etc.), para estabilizarse y organizarse mejor (como la eficiencia y la resiliencia del sistema) en células que se comunican entre sí. Un poco, a gran escala, como lo que ocurre entre las células de un organismo multicelular.
Estas células (que a nivel planetario son ecosistemas, más o menos grandes) tienden a promover ciclos termodinámicos cerrados* que ofrecen importantes ventajas de eficiencia energética respecto a los ciclos abiertos.
El fluido del sistema termodinámico, que en un ecosistema está representado por el conjunto del sistema biótico y abiótico y sus interacciones biológicas y ecológicas, obtiene notables ventajas que, en definitiva, aumentan su eficiencia energética. Por tanto, cuando hablamos de fluido, debemos referirnos al conjunto de acciones, interacciones y trabajos realizados por los organismos individuales y el entorno físico de un ecosistema.
Analicemos, de forma resumida, los principales beneficios de los sistemas termodinámicos cerrados:
– Mejora de la eficiencia energética: en ciclos cerrados, el fluido de trabajo se recircula continuamente dentro del sistema. Esto le permite optimizar las condiciones de funcionamiento (temperatura, presión) del fluido para maximizar la eficiencia del ciclo. Además, se reducen las pérdidas de energía ya que no hay dispersión de fluido (como la biodiversidad) hacia el exterior.
– Control de las condiciones de operación: En ciclos cerrados, es posible mantener y controlar con precisión las condiciones de operación del fluido de trabajo. Esto permite alcanzar temperaturas y presiones óptimas que mejoran la eficiencia térmica del sistema.
– Menor impacto ambiental: al quedar el fluido de trabajo confinado dentro del sistema y no liberado al medio ambiente, los ciclos cerrados suelen tener un menor impacto ambiental.
– Recuperación de calor: en ciclos cerrados, el calor residual se puede recuperar y reutilizar dentro del ciclo, mejorando aún más la eficiencia energética general (producción de baja entropía). Por ejemplo, el calor residual se puede utilizar para otros procesos fluidos como fuente de entrada.
– Versatilidad del fluido de trabajo: los circuitos cerrados pueden utilizar una amplia gama de fluidos de trabajo, incluidos gases, líquidos y mezclas. Esto permite elegir el fluido óptimo (caracterización y tipicidad ecológica) en función de las condiciones ambientales específicas y las necesidades energéticas del sistema.
– Reducción de pérdidas de masa: En ciclos cerrados, las pérdidas de masa del fluido de trabajo se reducen al mínimo, lo que resulta especialmente ventajoso para sistemas que operan en entornos aislados o donde la reposición de fluido es difícil o costosa.
– Durabilidad y confiabilidad del sistema: El diseño de sistema cerrado tiende a proteger mejor los componentes internos (organismos) del sistema de contaminantes externos, prolongando la vida útil del sistema y aumentando la confiabilidad operativa.
Como se desprende de la aplicación de los principios de la termodinámica a los sistemas ecológicos, que importantes autores, como Y. Prigogine, han definido como el recurso de la naturaleza para disipar mejor la energía solar (que es, con diferencia, la energía más disponible en nuestro planeta).
Pasar de la termodinámica a la ecología y a los sistemas agrícolas y de mercado, el paso es más corto de lo que se piensa.
Por este motivo, los llamados productos km cero, también conocidos como productos locales o de cadena corta, pueden contribuir significativamente a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
De hecho, los productos de kilómetro cero suelen cultivarse, producirse y venderse en un radio de unos pocos kilómetros (una aplicación práctica del ciclo termodinámico cerrado). Esto conduce a una reducción significativa de las emisiones del transporte, que pueden representar una parte sustancial del total de las emisiones asociadas a los alimentos. Para comprender mejor estos datos, basta con disponer de algunos datos relativos a las emisiones del transporte:
– Los camiones emiten aproximadamente 62 gramos de CO2 por tonelada de carga y kilómetro recorrido.
– Los aviones emiten hasta 500 gramos de CO2 por tonelada de carga y kilómetro recorrido.
Al reducir la distancia de transporte se puede ahorrar una cantidad significativa de emisiones de CO2.
Además, otras emisiones están relacionadas con la conservación y la refrigeración.
Los productos importados a menudo requieren almacenamiento y refrigeración para mantener su frescura durante el transporte. Estos procesos consumen energía y contribuyen a las emisiones de gases de efecto invernadero.
A estos factores se suman las emisiones relacionadas con los envases.
Los productos locales tienden a tener menos embalaje que los productos importados, que necesitan un embalaje más resistente para soportar viajes largos.
Si combinamos esto con la posibilidad de producir a través de sistemas agroecológicos (que son los modelos de producción más eficientes energéticamente) reducimos aún más las emisiones en comparación con la agricultura industrial convencional.
Siguiendo con las emisiones relacionadas con el transporte, también podemos poner algunos ejemplos prácticos.
Imaginemos un ejemplo de un producto alimenticio, como una manzana, importada de Nueva Zelanda a Europa.
En este caso tendremos una distancia de transporte de aproximadamente 18.000 km (principalmente por barco).
Las emisiones resultantes serán de aproximadamente 1.100 gramos de CO2 por kilogramo de manzanas (considerando el transporte marítimo y terrestre).
Sin embargo, si la manzana se produce localmente, digamos a 100 kilómetros de distancia, las emisiones serán de alrededor de 62 gramos de CO2 por kilogramo de manzanas (sólo transporte por carretera).
En este ejemplo, el ahorro de emisiones por kilogramo de manzanas es de aproximadamente 1.038 gramos de CO2.
Además, como se anticipó en relación al sistema de producción (agroecológico/convencional), cabe señalar que el ahorro de emisiones también está vinculado al uso de insumos externos utilizados para la producción. Recordando el ciclo termodinámico cerrado, cuanto más insumos provengan de fuera de la empresa (fertilizantes, herbicidas, combustibles, etc.), más intensivo en energía será el proceso y, por tanto, con mayores emisiones. Baste decir que la fertilización con nitrógeno se encuentra entre los sistemas más contaminantes, tanto para el método de producción (el llamado proceso Haber-Bosch) como para la producción de otros gases que alteran el clima relacionados con la formación de óxidos de nitrógeno (NOx) en el suelo lo cual por las consecuencias negativas sobre los microorganismos del sistema edáfico que, en estas condiciones, sufren una incapacitación progresiva, con consecuencias altamente negativas sobre otro proceso que es el almacenamiento de C en la sustancia orgánica.
Como se mencionó, la física (de la cual la termodinámica es una rama importante) no es una opinión, pero parece que esto es casi totalmente desconocido en las reglas del mercado y la dinámica económica y política.
Las consecuencias están a la vista de todos y por eso necesitamos cambiar nuestra forma de pensar pero, sobre todo, de actuar.

Guido Bissanti.

* En resumen, en un ciclo termodinámico cerrado el sistema puede intercambiar energías pero no masas. Evidentemente, un ciclo termodinámico perfectamente cerrado es casi imposible. El único sistema que puede considerarse tal, según el conocimiento que tenemos hoy, es el universo entero.




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