La agricultura especializada contradice la naturaleza
La agricultura especializada contradice la naturaleza
Desde hace años le damos un valor positivo al término especializado, al menos en el sector agrícola. La palabra especializado, en los diccionarios, indica la calidad de alguien que está dotado de competencia y habilidad particular en un sector o actividad profesional específica.
Por lo tanto, dado que la lengua italiana debe indicar una correspondencia para cada palabra, nos vemos obligados a atribuir a este término, en el ámbito agrícola, un valor positivo: el de una agricultura realizada con la cualidad de una competencia particular.
Bueno, las palabras no siempre contienen un significado veraz; un ejemplo es el del rampante lavado verde (término que indica cuando una declaración sobre sostenibilidad contiene información falsa o capaz de engañar a los consumidores, inversores y otros participantes del mercado, o cuando se omite información relevante para sus decisiones).
Así, durante décadas, este tipo de agricultura fue vista como una meta a alcanzar; un objetivo a emular o imitar.
Aclaramos que, incluso consultando un diccionario, por agricultura especializada entendemos aquel modelo de cultivo de plantas arbóreas (olivos, cítricos, viña, etc.) o herbáceas (tierras de cultivo, huertas, etc.) en el que sólo Se cultiva una sola especie, a diferencia del cultivo promiscuo, en el que se combinan especies de árboles y plantas herbáceas. En este tipo de agricultura, la especialización habría servido (también según la primera PAC) para mejorar los rendimientos de la producción así como los ingresos de los agricultores.
Esta es una información incorrecta, tanto desde el punto de vista energético (Prigogine I. 1982), ya que las estructuras ecológicas biodiversas disipan mejor la energía, como desde el punto de vista ecológico (Tamburini G. et al. 2000) en cómo los cultivos con mayor biodiversidad (en cultivos intercalados y en rotación) contribuyen a un aumento de la biomasa de los sistemas de producción y a mejores servicios ecosistémicos.
Metaanálisis recientes, realizados en varias partes del mundo, demuestran que no sólo la tendencia actual continúa, y lamentablemente, es la simplificación de los principales sistemas de cultivo en todo el mundo, sino que los resultados de esta investigación indican que la diversificación puede revertir la tendencia. impactos negativos que se observan en las formas simplificadas de cultivo tanto en el medio ambiente como en la producción misma (Tamburini G. et al. 2020).
Además, investigaciones posteriores han demostrado que la productividad primaria (que es el parámetro real al que referirse) de un sistema natural o agrícola con mayor biodiversidad es siempre mayor.
Además, la biodiversidad reduce significativamente la producción de retroalimentación negativa por parte del sistema para superar la excesiva «especialización». La retroalimentación negativa suele ser la proliferación de insectos fitófagos, enfermedades fitófagas (mildiú, oídio, etc.), malas hierbas, etc.
La naturaleza siempre intenta restablecer condiciones energéticas más ventajosas, es decir, con mayor eficiencia, asegurando una mayor productividad primaria (mejor acumulación de sustancia orgánica mediante la fotosíntesis).
No sólo eso, cada realimentación activada supone un mayor gasto energético de modo que, cuanto más se especializa, no sólo funciona peor el sistema disipativo, sino que además debe recurrir a energía adicional para activar los sistemas de control o realimentación.
Pero hay otra cuestión que es necesario aclarar de una vez por todas. Esta cuestión concierne a los sistemas agroalimentarios y su salubridad.
Cabe señalar que cuando ingerimos alimentos con él ingerimos sustancias externas; estas sustancias contienen (según lo que surgió de la mecánica cuántica) energía, información y materia.
Hasta ahora estábamos acostumbrados a ver un alimento compuesto de materia (su consistencia) y energía (su aporte calórico y de elementos). Sin embargo, los alimentos transmiten esta tercera forma de la sustancia de la realidad que nos rodea, que es la información.
Los modelos termodinámicos de biodiversidad (Nielsen S.N. et al. 2020) son vehículos de mayor información. Traducido a términos simples significa que los alimentos producidos en condiciones de mayor biodiversidad nos proporcionan más información.
Alguien podría observar o hacer la pregunta: ¿pero qué hacemos con más información? La respuesta es que todos los seres vivos necesitan de manera adecuada las tres formas de sustancia para poder vivir y reproducirse: energía, información y materia. Estas tres formas hacen que, en condiciones óptimas, los seres vivos (incluidos los humanos) puedan beneficiarse más de esta riqueza.
En definitiva, cuanta más información recibimos del exterior (alimentaria, intelectual, etc.), más bienestar obtenemos de ella. Podemos decir que los seres vivos que asimilan poca información son organismos que sufren más, están más deprimidos, menos capaces de afrontar dificultades, retos, etc. En definitiva, los seres vivos que absorben más información son más resilientes.
Existe, por tanto, un vínculo perfecto entre el nivel de biodiversidad de un territorio (que es también la pequeña porción de la empresa donde compras, por ejemplo, tus tomates) y el ecosistema social.
Los territorios biodiversos no sólo dan mayores garantías ecológicas y económicas a sus habitantes (incluso al agricultor individual dentro de la empresa) sino mayor bienestar; un término que es más completo que el de riqueza económica, ya que en ella están involucrados todos los aspectos del ser humano, caracterizando la calidad de vida de cada persona dentro de una comunidad de personas.
El bienestar consiste, por tanto, en el mejor equilibrio posible entre el nivel biológico, el nivel psíquico y el nivel social del individuo.
Este artículo es, de hecho, uno de los resúmenes que surgen del próximo libro sobre agroecología (primavera de 2024) firmado por el abajo firmante y los demás investigadores: Giovanni Dara Guccione (CREA-PB), Barbara Manachini (UNIPA) y Paola Quatrini ( UNIPA) y con el prefacio de Luca Mercalli (presidente de la Sociedad Meteorológica Italiana).
Guido Bissanti