Sin compartir no hay transición ecológica
Sin compartir no hay transición ecológica
En las brumas de esta época que presagia grandes cambios y sacudida por incertidumbres y confusiones, hay una palabra que emerge por encima de todas las demás y es que es la clave para continuar en el camino hacia el futuro.
La palabra es compartir, palabra que etimológicamente ya es un «programa social y político» y que es compartir.
Me gusta pensar que el gran Franco Battiato, que acaba de dejarnos, en su canción Nomadi quizás se refirió a la búsqueda de esta civilización nómada y en tránsito.
Precisamente con la lectura de la primera parte del texto de esta espléndida y profunda canción se identifica con mayor probabilidad el sentido de lo que quiso decir el autor.
“Nómadas que buscan rincones de tranquilidad
En las brumas del norte y en la agitación de las civilizaciones
Entre claroscuro y monotonía
De los dias que pasan
Yendo caminante
Buscando la paz al anochecer
Lo encontrarás
Lo encontrarás
Al final del camino …»
Sí, al final de un camino que en cualquier caso ha emprendido esta civilización y que está salpicado de la presencia de muchos obstáculos y mucha gente, como dicen «de buena voluntad» pero también de muchos engañadores: los que, en cambio compartir, transmitir constantemente mensajes engañosos, distorsionadores y engañosos; obviamente para su propio uso y… enriquecimiento.
Así pasan los días y con cada intento de llevar esta civilización hacia costas más tranquilas y aguas más tranquilas estamos asistiendo a la proliferación de falsos principios de libertad, de conceptos hipócritas de legalidad y teorías fraudulentas sobre derechos humanos, protección ambiental, hambre en el mundo, transición ecológica, etc.
Especialmente en los últimos tiempos, quizás también gracias a la pandemia de Covid-19, estamos asistiendo a una contradicción social sin precedentes.
Una civilización que, muchas veces sólo de palabra, pide un modelo social (y por tanto económico) eco-sostenible pero que muchas veces hace de la oposición, la crítica a cada paso, el juicio apresurado y el individualismo casi una religión.
Evidentemente, no puede haber un futuro sostenible para una civilización que no supere estas barreras y haga de la división con los demás su filosofía. Una filosofía que hunde sus principios sobre todo en las grandes religiones, desde el cristianismo al islam pasando por las religiones orientales profundas y meditativas, convirtiéndola en su propio credo.
Dejando de lado en este artículo también la mala tendencia de algunos científicos e investigadores a desandar viejas y, esperamos, vencer tendencias inquisitoriales a quienes no piensan ni se mueven al mismo nivel, lo cierto es que al continuar esta civilización se ha convertido en un oxímoron. , una contradicción entre la voluntad y el ser.
El oxímoron radica en el hecho de que la Naturaleza, con sus leyes, principios y reglas, hace del compartir, la distribución de roles y la subsidiariedad las piedras angulares de la Vida.
Sin embargo, hoy asistimos, entre las muchas contradicciones (pero explicables por los intereses de quienes las transmiten) a una política que en palabras quiere defender los derechos humanos, proteger el planeta y sus criaturas (allí estaríamos también) pero, en De hecho, opera con criterios de discriminación (liberalismo que se ha vuelto casi incontrolable) de prevaricación (privación cada vez más extrema de soberanías alimentarias y energéticas, etc.) y de conductas homofóbicas.
Así, para decirlo como Battiato, «Por el tránsito de la aparente dualidad …» somos una civilización que intenta salir de este atolladero de contradicciones y sólo puede hacerlo mirando al gran maestro de Vida que es la Naturaleza.
Queremos ser una civilización de derechos, de conquistas, de necesidades personales pero podemos serlo solo en el compartir, que es una ley que borra, como un golpe de esponja, más de un siglo de mentiras ideológicas y económicas del colonialismo, el liberalismo. y capitalismo sin reglas.
Para ser más concretos, entrando en cuestiones reales, estamos asistiendo, por ejemplo, a una transición ecológica operada con un viejo criterio liberal y colonialista que avanza sin ningún respeto por los territorios, por las poblaciones, por los más indefensos y sin derechos.
No podemos reconocernos a nosotros mismos en esta transición; es solo un intento más de reescribir, con palabras más fascinantes, una historia que no tiene futuro.
Una historia en la que asistimos a una concentración creciente de megalópolis deshumanizadoras y de uso intensivo de energía y un vaciamiento y agotamiento simultáneo de las zonas rurales y del interior.
El centro de la transición histórica es el compartir y cuando entendamos el corazón de este significado podremos encontrar ese camino recorrido pero lleno de obstáculos y obstáculos.
Para terminar con las palabras de Battiato, hoy la gente del mundo se ha convertido en un extraño en su tierra.
«Extraño que estás buscando
La dimensión insondable
Lo encontrarás
Fuera de la ciudad
Al final del camino».
Guido Bissanti