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CETA y Protocolo de Kyoto

CETA y Protocolo de Kyoto

El CETA (Acuerdo Económico y Comercial Global) es un acuerdo de libre comercio entre Canadá y la Unión Europea, que entró en vigor (aunque de forma provisional) el 21 de septiembre de 2017; hasta la fecha está siendo ratificado por los estados de la UE.
Como efecto inmediato, CETA dará como resultado la eliminación de la mayoría de los aranceles aduaneros entre la Unión Europea y Canadá (alrededor del 98% de las barreras arancelarias entre las partes).

Además de un conjunto de normas establecidas en el Tratado (como el reconocimiento mutuo de profesiones, la adaptación a las normas de derecho de autor europeas, la protección de la marca de ciertos productos agrícolas y productos alimenticios típicos, etc.) CETA dará como resultado un deterioro drástico en las emisiones de CO2 (para el transporte en rutas largas) principalmente de productos agrícolas de consumo (trigo, legumbres, etc.) y los desequilibrios significativos para ya condiciones difíciles para muchas pequeñas y medianas empresas y la artesanía sector agrícola.
Dejando de lado, en esta contribución, los efectos nocivos sobre las frágiles economías locales, para entender en términos de emisiones lo que significa este tratado, hacemos cálculos: la distancia promedio entre Canadá y la Unión Europea es de poco menos de 6,500 km; Cuando se consume esta distancia por cada kg de producto agrícola, se consumen 3.73 kg de aceite y 11.70 kg de CO2 se emiten a la atmósfera.
La lectura de estas cifras, si acaso fuera necesario, entendemos una vez más no sólo la miopía de los gobiernos (en este caso Canadá y la Unión Europea), sino también el fracaso de los Tratados sobre el Protocolo de Kyoto de la Conferencia de Río sobre el cambio climático (COP 21 o CMP 11) donde el 12 de diciembre de 2015 los 196 países participantes acordaron, al final de la conferencia y unánimemente, un acuerdo global, llamado el Acuerdo de París, para reducir las emisiones como parte del método para reducción de gases de efecto invernadero.
La pregunta es la siguiente: ¿cómo puede ratificarse el Tratado CETA si está en total desacuerdo con el acuerdo establecido y firmado en París el 12 de diciembre de 2015 (repetimos: unánimemente) desde todos los países?
¿La política europea y mundial se ha convertido simplemente en un acto de apariencia farisaica sin sustancia que tiene más valor?
Me parece que preguntas como esta requieren una respuesta seria pero, sobre todo, una conciencia concreta de la soberanía popular (asumiendo que todavía existe).

Guido Bissanti




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