Aumento de pan: ¿quién se beneficia?
Aumento de pan: ¿quién se beneficia?
Desde hace un tiempo, el precio de algunos artículos de primera necesidad ha ido aumentando exponencialmente.
Entre estos salta a la vista el del pan, pero sobre todo al bolsillo.
Según lo informado por Eurostat, la agencia estadística de la Unión Europea, entre agosto de 2021 y 2022 el precio del pan en Italia aumentó un 13,6%, muy por encima de la inflación promedio, que según datos de Istat en el mismo período aumentó un 8,4%.
Si luego se reportan estos datos a escala europea, parece que el aumento promedio del precio en el último año fue del 18%.
Para tener una vara de medir, entre los mismos promedios de agosto de 2020 y 2021 el incremento fue de 3%.
Pero en Europa hay quienes están peor. Estos incluyen Hungría con aumentos del 66 %, Lituania con un 33 % y Estonia y Eslovaquia con un 32 %.
En contraposición encontramos Francia, con un 8% y Holanda con cerca de un 10%.
Pero la pregunta que surge es en qué parte de la cadena de suministro se está produciendo el aumento más significativo.
En cuanto a la materia prima, recordamos que el precio del trigo duro, referido al kg, en el mismo periodo considerado, no ha sufrido variaciones significativas que justifiquen este incremento.
El mismo (aunque con las fluctuaciones evidentes) se ha mantenido casi constante, teniendo hoy un valor que fluctúa en promedio alrededor de 0,32 kg, para el convencional y 0,38 para el orgánico.
Es correcto, entre otras cosas, precisar que para producir un kg de trigo duro con técnicas convencionales, los costos se han incrementado considerablemente (hasta 1,7 veces más que con técnicas agroecológicas, donde hay menos laboreo de la tierra, diferentes fertilizaciones técnicas, tratamientos menores, etc.) mientras que los rendimientos no difieren mucho si las técnicas agroecológicas se llevan aplicando durante años, hasta aumentar a largo plazo.
Esto significa que el coste de las materias primas (como el trigo en este caso) está soportado únicamente por las ayudas de la PAC y que los agricultores ciertamente no son la causa de este aumento.
Volviendo a la producción de pan, tenemos pues que, en promedio, el precio del trigo al pan aumenta 13 veces (con las evidentes diferencias entre varias zonas y ciudades) teniendo en cuenta que para hacer un kilo de pan se necesita alrededor de un kilo de trigo, de la que se obtienen 800 gramos de harina que se mezclan con agua para obtener alrededor de un kilo de producto terminado.
En general, según cuentas algo complejas y variables, para hacer un kg de pan, los datos estimados nos dicen que el coste final puede oscilar así desde 1,84 euros -produciendo la cantidad mínima de 100 kg de producto- hasta 0,91 euros/kg con una capacidad máxima de producción de 500 kg de pan.
Obviamente sin hablar de panes «especiales», como los bocadillos de aceite, pan de nuez y oliva, etc.
Te recordamos que estos costes también incluyen amortizaciones, costes bancarios, seguros, etc.
Esto quiere decir que si un kg de materia prima que da lugar a un kg de pan cuesta 0,35 € (precio medio entre el trigo duro convencional y el ecológico) a esto hay que sumarle un coste medio de 1,375 (media entre 1,84 y 0,91), que nos lleva a un coste final de 1.725 €.
Aquí llama la atención un hecho desconcertante: ¿quién obtiene las mayores ganancias? De hecho, en el período comprendido entre finales de marzo – principios de abril de 2023 hasta hoy, el coste medio del pan fue de 5,31 el kg, con picos de 9,8 euros para la ciudad de Ferrara y costes mínimos de 2 euros en casos muy raros.
Además, el hecho de que la levitación (verbo muy útil en el tema) de los precios se haya atribuido a la guerra de Ucrania es una justificación que no se sostiene.
Es cierto que el coste de algunas materias primas ha aumentado desde entonces pero en algunos casos estas materias primas, como las vinculadas a la producción de trigo en campo abierto, han sido perjudicadas por los agricultores sin que esto haya repercutido mucho en el precio final. .
Además, la incidencia porcentual del aumento no justificaría tal aumento. Basta hacer algunos cálculos detallados para comprender que por kg de pan producido no hay aumentos correspondientes en la electricidad u otros factores de producción que entren en juego.
El único coste de las materias primas que en este periodo tiene una incidencia porcentual significativa es el de la harina para panificación que costaba 0,55 euros el kg en enero de 2022 y hoy, en 2023, cuesta una media de 0,73 euros el kg, por tanto con un incremento de 0,18 euros por kg.
Un aumento que claramente no justifica el repunte de los precios de la panadería y que, evidentemente, pesa solo sobre los consumidores finales que ven erosionada su capacidad de gasto, especialmente para aquellos segmentos de población que están aumentando en Italia.
En este sentido, recordamos que en Italia hay cada vez más desigualdades sociales y económicas, con una proporción de familias en pobreza absoluta que se duplicó entre 2005 y 2021 (datos de la organización no gubernamental Oxfam).
Se trata de un llamado de atención que hay que poner remedio con urgencia y sobre el que las asociaciones de consumidores deben adquirir más datos para evitar una mayor erosión del poder adquisitivo y, por tanto, del estatus social de los pobres que corre el riesgo de que algunos países entren en la Unión Europea. Unión (incluida Italia) por un camino sin retorno.
Recordemos que la pobreza trae consigo una mayor degradación. Entre estos está el de las migraciones masivas, especialmente de los grupos de edad más jóvenes, el vaciamiento de algunas zonas del país, la pérdida de educación e inteligencia, al punto de poder desestabilizar políticamente zonas enteras de un país.
Nos parece que la atención de la política debe reconectarse con las necesidades sociales reales, lamentablemente ya menudo olvidadas en favor de batallas políticas sobre grandes inversiones (infraestructuras, puentes, grandes redes, etc.) mientras se descuidan los intereses básicos.
Les recordamos que el Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia (PNRR) tiene entre los principales objetivos la reducción de las desigualdades y la igualdad de género.
La sensación es en cambio que este gran río de recursos ha desviado la atención de los sospechosos de siempre hacia la recaudación de estos fondos, eclipsando problemas mucho más concretos, como el de controlar y controlar los precios de los productos de primera necesidad, a través de acciones políticas y de control.
Guido Bissanti