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Las aves en sistemas agroecológicos

Las aves en sistemas agroecológicos: indicadores de cambio y aliados de la biodiversidad

Las aves como espejo de la salud del suelo –
En ecología, es bien sabido que la composición de las comunidades animales refleja el estado y la calidad de los ecosistemas. Entre estos, la avifauna ocupa un lugar privilegiado: su gran variedad de especies, su fácil observación y su presencia en casi todos los entornos las convierten en excelentes indicadores ecológicos.
Con aproximadamente diez mil especies distribuidas por todo el mundo, muchas de ellas migratorias, las aves ofrecen información valiosa sobre el estado de la salud del suelo. Desde la planificación del paisaje hasta la evaluación del impacto ambiental, su observación proporciona datos útiles para comprender los cambios ambientales y orientar políticas de protección más eficaces.

Disminución de las aves agrícolas –
Sin embargo, en las últimas décadas se ha producido una fuerte disminución de las poblaciones de aves asociadas a las tierras agrícolas. Según estimaciones europeas, las poblaciones de aves agrícolas y mariposas de pradera han disminuido más del 30 % desde 1990. ¿Las principales causas? La intensificación agrícola, la pérdida de hábitat y el uso generalizado de pesticidas. El Tribunal de Cuentas Europeo también recomendó a la Comisión Europea que mejorara el seguimiento del gasto en biodiversidad, reforzara la contribución de la Política Agrícola Común (PAC) y desarrollara indicadores más fiables para medir el impacto de la agricultura en los ecosistemas.

El papel ecológico de las aves en la agricultura –
Proteger la avifauna no es solo una cuestión de conservación, sino también de equilibrio ecológico.
Las aves participan activamente en el funcionamiento de los ecosistemas agrícolas: dispersan semillas, promueven la polinización, controlan las plagas y contribuyen al reciclaje de nutrientes a través de sus excrementos.
Especies como los carboneros comunes, los petirrojos, los herrerillos comunes y los pájaros carpinteros se alimentan de insectos que dañan los cultivos, lo que reduce la necesidad de insecticidas. Otras, como las gaviotas y los halcones, contribuyen al ciclo de nutrientes transportando materia orgánica útil al suelo.
Lamentablemente, las especies insectívoras en las zonas agrícolas, como las alondras comunes, los alcaudones comunes, los bisbitas arbóreos y las tarabillas norteñas, están disminuyendo rápidamente. Por el contrario, las especies menos dependientes de los insectos (como las cigüeñas, los cernícalos o los escribanos cerillos) muestran una tendencia más estable, mientras que algunos insectívoros forestales (como los vencejos o los abejarucos) están aumentando.

El efecto dominó de la desaparición de los insectos –
Este declive se debe a otra crisis ecológica: la drástica disminución de los insectos.
En Europa Central, estudios a largo plazo han destacado una reducción del 75 % en la biomasa de insectos en menos de treinta años. La pérdida de hábitats favorables, el uso de pesticidas y la gestión intensiva de los pastizales se encuentran entre las principales causas.
Los prados segados hasta seis veces al año, el uso de maquinaria que destruye los insectos durante la siega y los herbicidas que eliminan las plantas productoras de néctar han reducido la disponibilidad de alimento para las aves insectívoras. Los tratamientos antiparasitarios para el ganado, al limitar la presencia de insectos en el estiércol, también agravan la situación.

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El impacto de los productos fitosanitarios –
Los insecticidas, además de atacar a las plagas, dañan a muchas especies no objetivo, alterando profundamente la cadena alimentaria.
Ejemplos históricos como el DDT, prohibido en la década de 1970, muestran cómo las sustancias persistentes y liposolubles pueden acumularse a lo largo de los niveles tróficos, provocando la disminución de las aves rapaces. Incluso los neonicotinoides, inicialmente considerados menos peligrosos, han demostrado ser perjudiciales para las abejas y otros polinizadores, lo que llevó a la Unión Europea a restringir severamente su uso mediante el Reglamento (UE) n.º 485/2013.
Sin embargo, en algunos países europeos y en Suiza, estos pesticidas continúan utilizándose bajo exenciones o en el hogar, contaminando cursos de agua y zonas designadas para la biodiversidad. Estudios realizados en los Países Bajos muestran una correlación directa entre las concentraciones de neonicotinoides y la disminución de las aves insectívoras.

Agricultura moderna y pérdida de hábitat –
Las técnicas agrícolas contemporáneas (altos niveles de fertilización, variedades más productivas y cultivos densos) hacen que los prados y los campos de cereales sean más densos, lo que limita el acceso de las aves a sus presas.
Especies como el colirrojo real, el torcecuello y la abubilla prefieren entornos con vegetación rala, donde la caza es más fácil: su desaparición indica un paisaje cada vez más uniforme y carente de biodiversidad.

Hacia una agricultura más ecológica –
Revertir esta tendencia es posible. Los principios de la agroecología ofrecen soluciones concretas para restablecer el equilibrio entre la productividad y la protección de la fauna. Entre las medidas más eficaces:
1. Dejar al menos el 10% de los prados intactos después de cada siega, proporcionando refugio y zonas de reproducción para los insectos.
2. Limitar drásticamente el uso de pesticidas, utilizándolos solo por encima de los umbrales de daño reales. Los estudios demuestran que una reducción del 40% no conlleva pérdidas significativas de rendimiento.
3. Promover la concienciación del consumidor fomentando la compra de productos cultivados con menos pesticidas. 4. Gestionar las áreas verdes con cultivos especializados, que a menudo reciben un cuidado excesivo, de forma más natural.
5. Involucrar a jardineros y ciudadanos en la creación de espacios verdes amigables con los insectos.

Conclusiones: Un enfoque sistémico –
El declive de las aves agrícolas es una llamada de atención sobre la necesidad de repensar todo el sistema agrícola desde una perspectiva ecológica.
Las estrategias europeas «De la Granja a la Mesa» y «Biodiversidad 2030» han marcado el rumbo, pero aún faltan herramientas regulatorias y prácticas para una transición real. Se necesitan políticas que integren la agricultura, los hábitats naturales y la sociedad, reconociendo a las aves —y a la fauna en general— como centinelas y guardianes de la salud de los ecosistemas.

Guido Bissanti




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