Microbiota vegetal y manejo agroecológico
Microbiota vegetal y manejo agroecológico
En los últimos años, la investigación del microbioma ha revolucionado nuestra comprensión de la vida vegetal. Ya no hablamos de microorganismos individuales que actúan de forma aislada, sino de verdaderas comunidades microbianas que coexisten y colaboran con las plantas y el suelo, contribuyendo a su bienestar. Al igual que los humanos, las plantas también albergan una microbiota: un conjunto de bacterias, hongos y otros microorganismos que viven en las raíces, las hojas y en los tejidos vegetales.
Estos microorganismos no son simples «huéspedes», sino colaboradores activos que ayudan a la planta a absorber nutrientes y agua, defenderse de patógenos y adaptarse mejor al entorno. Cada planta, según su genotipo, selecciona la comunidad microbiana que mejor se adapta a sus necesidades. A cambio, la microbiota regula importantes procesos fisiológicos, como el crecimiento y la resistencia al estrés.
Sin embargo, en las últimas décadas, la selección agrícola ha favorecido variedades de plantas productivas con menor capacidad de interactuar con sus propios microorganismos naturales. Esto podría explicar por qué muchos cultivos modernos son más sensibles a los cambios ambientales y más dependientes de fertilizantes y pesticidas. Por el contrario, las variedades tradicionales o mal seleccionadas a menudo mantienen una microbiota más rica y diversa, lo que puede mejorar la salud del suelo y la sostenibilidad de los cultivos.
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De hecho, se ha demostrado que los suelos gestionados con prácticas agroecológicas o sostenibles poseen una microbiota más diversa y estable que aquellos tratados con métodos convencionales. Esto se traduce en plantas más sanas, suelos más fértiles y una mayor capacidad de adaptación al cambio climático.
En los últimos años, se han realizado esfuerzos para «ayudar» a las plantas introduciendo microorganismos beneficiosos en el suelo en forma de inóculos o biofertilizantes. Estos incluyen, por ejemplo, bacterias fijadoras de nitrógeno, hongos micorrízicos o microorganismos que estimulan el crecimiento y la defensa de las plantas. Estos productos pueden funcionar muy bien, especialmente en suelos pobres o degradados, pero no siempre se adaptan a la microbiota existente. A menudo, los inóculos introducidos tienen dificultades para establecerse o compiten con las comunidades microbianas locales, lo que reduce su eficacia.
Por esta razón, hoy en día existe una tendencia a ir más allá de la lógica de los añadidos externos y promover un enfoque más integrado y sistémico: la gestión de la microbiota del suelo y de las plantas. En lugar de reemplazar microorganismos, el objetivo es fomentar las condiciones que permiten que la microbiota natural prospere y realice sus funciones de forma óptima.
Las comunidades microbianas no solo indican la salud del suelo, sino que también pueden ser herramientas activas para su recuperación y una mayor productividad agrícola. Comprender cómo interactúan entre sí y con las características químicas y físicas del suelo es clave para desarrollar nuevas prácticas de agricultura regenerativa: una agricultura que va más allá de la simple producción de cultivos, sino que también regenera la fertilidad del suelo y reduce la dependencia de los insumos químicos.
Desde esta perspectiva, la microbiota se convierte en un aliado verdaderamente invisible, capaz de guiar la agricultura hacia un futuro más eficiente y sostenible, en equilibrio con la naturaleza.
Guido Bissanti
